Por Walter Daniel Raiño.
Luto en el fútbol.
Disfrutaba tirando caños, a puro amago. En una jugada inolvidable se paró sobre
la pelota y desairó a Mostaza Merlo.
Hugo Olmos, uno de los
emblemas de Independiente Rivadavia en su gran campaña en el Campeonato
Nacional de 1982. (Archivo)
Hugo
Alberto Olmos, quien dejó una marca indeleble en la historia del futbol
mendocino, falleció en la tarde del jueves a los 63 años. Para quienes
pudieron verlo jugar su presencia en la cancha nunca pasaba desapercibida. Sus
habituales piruetas, los amagos, los caños y la naturalidad que mostraba cada
vez que tomaba contacto con la pelota generaba en las tribunas una complicidad
de aplausos y de sonrisas. Todos lo conocían e identificaban por su
singular apodo, El Mono.
Estaba radicado desde hacía tres
decadas en el departamento de La Paz, pero había nacido en Santa Fe, el 24 de
abril de 1953. Fue un incansable volante por izquierda, muy habilidoso, que
también se exigía en la recuperación de la pelota. Se inició en
Colón, donde compartió la pensión con Héctor Baley (uno de los arqueros
del seleccionado argentino que ganó el Mundial de 1978), Rodolfo
Zimmermann y Enzo Trossero, quienes años después fueron campeones con
Independiente. Debutó en Primera de una manera inusual, por la huelga de
los futbolistas profesionales en 1971. El entrenador Juan Eulogio
Urriolabeitía lo incluyó como titular junto con otros jóvenes jugadores
que luego dejaron su huella en el club santafesino como Ernesto Aráoz (récord
de presencias con 284 partidos) y Edgardo La Chiva Di Meola
(el segundo goleador histórico, detrás de Esteban Fuertes).
Formó parte de la segunda oleada
de jugadores santafesinos que a mediados de la década del '70 llegaron al
fútbol mendocino, rebosante de esplendor al participar sus equipos en
los Torneos Nacionales. Su primera experiencia la hizo en Luján Sport Club. Luego
jugó en Atlético San Martín, tuvo un fugaz paso por Alianza Juventud Unida
Universitario Pringles de San Luis, continuó en Huracán de San Rafael,
Independiente Rivadavia, Gimnasia y Esgrima, y Deportivo Maipú. En este último
club se retiró en 1986, tras formar parte del plantel que
dirigió José Manuel Ramos Delgado y al ganar el Torneo Clasificación
obtuvo el derecho de jugar la primera edición del Nacional B, para pasar a
entrenar las divisiones formativas.
En Atlético San Martín
compartió equipo en 1978 con Ramón Cabrero, un referente histórico de
Lanús. En Gimnasia y Esgrima jugó en 1983 con un joven Juan Gilberto El
Búfalo Funes, quien se destacaría en River como campeón de la Copa
Libertadores. En Independiente Rivadavia integró el plantel de 1982 con
Carlos Ereros, luego campeón con Argentinos Juniors.
"Flaco no te
vayas, te vas a divertir, quedate a ver al Mono, parece Platini", era el
coro habitual en las tribunas cuando hacía alguna de sus travesuras
con la pelota, un disfrute solo comparable con el buen pie del volante francés.
Una de ellas, memorable, es tan recordada y repetida por muchos como aquel
legendario gol imposible de Ernesto Grillo en 1953 a los ingleses.
Fue en 1982, en el estadio Malvinas Argentinas, cuando Independiente Rivadavia
tenía la obligación de ganarle a River para clasificarse a los cuartos de final
del Nacional. Olmos envió el centro para el gol de chilena de Antonio
Mazza y también convirtió el segundo tanto en el 4-2 ante el poderoso
conjunto que dirigía Alfredo Di Stéfano, pero su actuación
será siempre recordada por haber evitado el fuerte cruce en la marca nada
menos que parándose arriba de la pelota y dejando desairado al recio volante
Reinaldo Merlo.
Su ex compañero en
Atlético San Martín, Ricardo Santos Logiácono, en una nota al programa radial
"Dos de Punta", resumió la mejor semblanza posible, en su despedida: "Fue
un distinto. Entrábamos a la cancha a divertirnos. Le caía bien hasta a los
hinchas de los otros equipos".
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