El trágico fin de año 2004 se llevó casi doscientos sueños y proyectos
durante un recital de rock en un local nocturno devenido en mortal
trampa por la combinación de desidia, negligencia, irresponsabilidad y
desprotección criminales. Uno de ellos los encarnaba Nicolás Carlos
Landoni, quien perdió la vida esa noche. El profundo dolor se convierte
en este texto en un homenaje a este joven, que era flamante periodista
deportivo, simpatizante de Platense de esos que están presentes en todas
las canchas, a pesar de que se trasladaba en silla de ruedas, y coautor
del libro A pesar de los años. Llegó Platense, aparecido poco tiempo
atrás. La comisión directiva del Club Atlético Platense, en un
comunicado oficial, lamentó “la desaparición física de quien fue en vida
el más grande hincha de la institución”.
Por Diego Zelonka (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF.
El festejo por mi cumpleaños ya estaba llegando a su fin. De los que
habíamos ido a comer afuera, ya quedábamos solamente cuatro. Cuando
salimos del restaurante, decidimos ir a un café en Corrientes y Ángel
Gallardo, donde finalizaría nuestro recorrido. Empezamos a caminar por
la avenida Scalabrini Ortiz. Pasamos por un quiosco y vimos la imagen de
un televisor con la clásica pantalla roja de CrónicaTV: “Incendio en
Once”. Seguimos caminando y, confieso, mucha bolilla no le dimos. Había
algo que nos tenía más atraídos, y era mi cumpleaños.
A medida que
íbamos caminando, y sucesivamente viendo en diferentes lugares lo que
estaba pasando, las prioridades fueron cambiando. Ya no sólo pasábamos
frente a la pantalla, sino que nos deteníamos algunos segundos para
escuchar lo que se decía.
La conversación en el trayecto hacia
Aroma, nombre del café, incluyó la más diversa variedad de contenidos.
Sobre el final del recorrido, lo “del incendio en Once” estaba en el
listado de temas que se trataban.
Cuando llegamos al lugar,
decidimos ir adentro y sentarnos frente a un televisor para ver lo que
sucedía. Todavía no teníamos idea de dónde era, quiénes eran ni nada.
Solamente sabíamos que había un incendio en Once. Al sentarnos, ya no
hubo más palabras. Era todo dolor, tristeza, congoja, bronca,
desolación, sufrimiento. Por ahí se escapaba algún comentario, pero con
una voz entrecortada producto del nudo en la garganta que impedía que
las palabras tuvieran el sonido natural que tienen.
Las imágenes se
iban sucediendo una tras otra. Uno de los comentarios era si Marquitos
había llegado a Once para buscar a su novia Griselda y partir rumbo a
Córdoba a pasar las fiestas con la familia. Marquitos había estado con
nosotros media hora antes y en ese momento se estaba encontrando con la
peor tragedia de la historia en nuestro país. Vía celular pudimos saber
que ya se habían ido de la zona y estaban yendo a Retiro, donde se
subirían a un micro que los depositaría en la bellísima ciudad de
Córdoba.
La primera cosa que nos tenía mal, ya había sido superada.
Marquitos y Gri ya no estaban cerca del lugar. Pero ahora quedaba la
otra. Era ver si había alguna cara conocida entre los miles de rostros
que aparecían por televisión. O escuchar algún nombre en las
interminables listas de heridos y fallecidos. Esto era algo factible ya
que yo, como se dice vulgarmente, soy de ese palo. Mi círculo más
cercano de amigos y conocidos tenemos ese gusto musical. El llamado rock
nacional. Y, principalmente, el gusto por las bandas que están
surgiendo. Por aquellas que con sus letras y su música nos representan.
Callejeros era una de esas bandas. Podría nombrar una por una, pero no
es el tema.
Mi cumpleaños había llegado a su fin porque el 30 le
había dejado el lugar al 31. Éste era el peor fin de cumpleaños que
había tenido en mi vida. Y se anunciaba como el peor fin de año de mi
vida. Me sentía impotente de no poder hacer nada. De ver cómo un simple
espectador todo lo que estaba ocurriendo en un lugar que transité varias
veces. Ver la plaza Once de fondo me remitía a cuando espero el 71 que
me va a depositar en la esquina de casa. Y eso me liquidaba.
La
imagen que más me llamó la atención fue la de un pibe tirado contra un
cordón. Pero me atrajo por algo en especial. Tenía collares con los
colores de Platense y una chomba blanca con el escudo del club. No son
muchos los hinchas que tiene el club de mi barrio. Lo acepto. Y todos se
conocen con todos. Me quedó grabada la imagen de ese pibe que ya estaba
fallecido y pensé: “Le voy a preguntar a Nacho si lo conoce”. Nacho es
un amigo mío, fanático de Platense, que se conoce a todos los que
conviven en el mundo calamar.
La peor noticia llegó el 31 en horas
de la siesta. Mi abuela me dijo: “Me encontré con tu primo y me contó
que un amigo de Nacho murió en el recital”. Me quedé helado.
Internamente sabía que “ese amigo de Nacho” era el pibe que yo había
visto por televisión. No dije nada hasta hablar con mi primo Juan Manuel
o con Nacho. A las dos horas me vi con mi primo. Confirmado: el que
murió, amigo de Nachín, era el que yo había visto por CrónicaTV. Que
éste iba a ser el peor fin de año de mi vida ya estaba demostrado.
Cuando hablo por teléfono con Nacho me dice: “¿Sabés quién es el que
falleció? Nico, el del libro”. Un silencio invadió la charla. Por
enésima vez, las lágrimas eran parte del paisaje que rodeaba mi cara.
“¿Cómo Nico?”, le pregunto. No podía ser. A Nico yo lo tenía en el msn.
No lo conocía personalmente, pero había hablado con él miles de veces.
Nico era fanático de Platense. Lo conocía todo el mundo. Tenía una
particularidad que lo hacía más grande aún: estaba en una silla de
ruedas. Pero eso no le impedía su presencia donde “su” Platense
estuviera. El día 20 de diciembre, exactamente diez días atrás, se había
recibido de periodista deportivo.
Con Nico y con los otros pibes y
pibas que estaban en Cromagnon nos une algo. No sé bien cómo definirlo.
Es fútbol y rock. Son dos cosas en una sola. Ya no voy a volver a ver a
ninguno de los pibes y pibas que murieron. Ya no los voy a ver en la
cola para entrar a algún recital y jugando a adivinar con qué tema van a
arrancar tocando. Menos aún me los voy a cruzar comprando la entrada.
Seguramente, de ahora en más, ya no va a ser lo mismo dentro de este
pequeño mundo. Un mundo al cual pertenezco y estoy orgulloso de eso.
Cada charla que salga va a estar empañada por la muerte de “estos
colegas de la vida y colegas musicales”. Esto es algo que golpea a toda
una nación. Pero es una puñalada a nuestro corazón. Al corazón del rock.
Nico ya no está. Las palabras están de más cuando pasa algo como lo que
ocurrió en República Cromagnon. Seguramente se va a buscar a los
culpables. Quizá se los encuentre. O no, como sucede siempre en este
país. Sé que con Nico no voy a hablar nunca más. Que nunca lo voy a
conocer personalmente. Que la firma de él va a faltar en el libro que
por estos días me estaban autografiando los cuatro chicos de Llegó
Platense: Pesca, Hernán, Wally y Nico.
El destino quiso que Nico se
fuera viendo a su grupo predilecto y con la camiseta de su amor. Hoy él
ya no está con nosotros. Seguramente desde el cielo va a sufrir y a
alegrarse con su querido Calamar. Que va a hacer todo lo posible para
que desde allá arriba le tiendan una mano al Marrón y vuelva rápido a
Primera.
Nico es un ejemplo de vida para todos. De ahora en más, va
a ser una estrella marrón en el cielo. Decirle que se quede tranquilo
porque la bandera “El placer de sufrir” va a seguir estando en la
cancha. Y, lo más importante de todo, que va a estar en el corazón de
todos los que lo quisieron.
“Que no haya angustia en la muerte
que haya pensamiento en vida
si no existe la memoria
todo lo nuestro es suicida.”
Quemado - Los Piojos
Escrito en 2005.
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