“En el nombre del Padre (y otros cuentos)” encontramos relatos que
tienen una notable impronta futbolística y mezclan en dosis eficaces lo
cotidiano, lo histórico, lo familiar y lo trascendente. En esta, su
primer aporte a las redes sociales del CIHF, y como es habitual en
nosotros, dejamos que las efemérides nos guíen. En este caso Córdoba, su
clásico y la historia.
Por Carlos de Mateo (socio del CIHF, Buenos Aires)
“El miércoles entraba descalzo a la mañana de Córdoba, sembrando el
cielo de pájaros. Repleto de promesas, el insistente sol congregaba una
legión de albañiles en el andamio mayor de la esperanza. La lejana voz
de un radio merodeaba los suburbios del silencio y una música
intolerable se mezclaba con la estruendosa voz de un locutor desaforado.
Casi a los gritos, el mensaje de un oyente destrozaba la mesura
diciendo que “Talleres le va a ganar a Belgrano, el día que…”.
El
miércoles recién había comenzado a desperezarse y andaba ya entre
nosotros con la genuina intención de abandonar el rebaño de los días que
oscurecen el calendario.
El miércoles se hallaba reunido el Colegio
Cardenalicio en el Vaticano durante su segundo día de cónclave para
elegir al nuevo Papa. Minuto a minuto iba creciendo la natural
expectativa por el desarrollo del cónclave. Las miradas de todo el mundo
estaban puestas en la chimenea de la Capilla Sixtina.
El miércoles
jugaban Talleres y Belgrano en el Estadio “Mario Alberto Kempes” por la
Copa Argentina. Para ese “Clásico de Córdoba”, Talleres presentaba un
equipo integrado con jugadores que no eran habitualmente titulares, ya
que tenía como máximo objetivo regresar a la Primera B Nacional, tras
varios años de confinamiento en el Torneo Argentino A. Por su parte,
Belgrano se presentaba con su formación titular, la misma que le venía
dando tantas alegrías en Primera División, hasta el punto de
convertirlas en la mejor campaña de su Historia.
El miércoles Maja
escribía sus cotidianos artículos de política y economía para “Planet
Siol”, el periódico digital de su Eslovenia natal.
El miércoles se
quedaba sin el sol cordobés, pero desde el lluvioso cielo del Vaticano
una inmensa nube de humo blanco iluminaba el Universo entero. Y desde
los balcones de la Basílica de San Pedro, la emocionada voz del Cardenal
francés Jean Louis Tauran decía “Anuntio bobis gaudium, habemus Papam”.
El miércoles había confirmado ya la incuestionable vocación de salir
presuroso del anonimato para todos los tiempos. El nombre de Jorge Mario
Bergoglio dejaba de ser un dulce susurro argentino, para treparse a la
cima de la espontánea veneración de los fieles católicos y a la cresta
de todos los titulares del mundo.
El miércoles Maja debía escribir
una nota relacionada con la repercusión que había tenido en la
Argentina, el nombramiento del Cardenal Bergoglio como Sumo Pontífice.
Sólo le pedí que en su trabajo periodístico destacara el amor que el
nuevo Papa sentía por San Lorenzo de Almagro, apunte que, sin dudas,
significaba un dato desconocido para casi todo el mundo.
El
miércoles, bajo las luces artificiales del Estadio “Mario Alberto
Kempes”, el volante riocuartense Gastón Ezequiel Bottino marcaba el gol
de Talleres que le daba el triunfo sobre Belgrano por 1 a 0.
El
miércoles por la noche, por aquella misma emisora radial, con burlona
hilaridad repetían incansablemente la grabación de uno de los mensajes
recibidos en horas de la mañana. La sibilina sentencia de un anónimo
profeta reiteraba, una y otra vez, que “Talleres le va a ganar a
Belgrano, el día que haya un Papa argentino…”.
Marzo de 2013
Imagen: Tapa del libro al cual pertenece el relato.
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