Por Raúl H. Ramírez (socio del C.I.H.F.).
Aunque cada tanto se armaron (y se siguen armando) selecciones de divisiones de Ascenso para disputar torneos y partidos amistosos, la organización de certámenes continentales es altamente infrecuente. En los primeros años de la década del 60 hubo en Sudamérica un intento concreto de darle continuidad a este tipo de competencias, y con el apoyo de las más importantes asociaciones de la Conmebol (a la que entonces se nombraba con las siglas CSF de la Confederación Sudamericana de Fútbol) se disputaron dos campeonatos, en 1962 en Lima y en 1964 en Buenos Aires. Los extraemos del olvido para evocar nombres y circunstancias.
Vemos el primero, Lima 1962
Montada entre enero y febrero de ese año, en pleno receso estival se efectuó la competencia, que suele ser recordada en nuestro país por la gente de Nueva Chicago, ya que la representación argentina fue encomendada a su plantel completo, al que se sumaron 4 refuerzos. La solución imaginada por los dirigentes de nuestro fútbol no fue demasiado original: los dueños de casa armaron su representación sobre la base del club K.D.T., campeón de ascenso 1961, Brasil se hizo representar por Santista, reforzado con jugadores de Portuguesa, ambos clubes cariocas, y Chile estuvo representado por jugadores del club Unión San Felipe.
En el caso argentino, la elección de Nueva Chicago fue un reconocimiento a la buena campaña del equipo verdinegro en la temporada finalizada, en la que peleó palmo a palmo con Newell’s Old Boys, Quilmes y Banfield en una cerrada definición que en la cancha favoreció a los rosarinos, pero en los estrados del Tribunal de Penas terminó en manos de Quilmes tras un descuento de 10 puntos a Newell´s como castigo por un caso de incentivación. Chicago terminó a un punto de Quilmes igualado con Banfield en su mejor campaña hasta entonces desde la instauración del profesionalismo, y con la delantera más goleadora. Precisamente el ataque era el punto fuerte de este equipo con nombres como los de Julio San Lorenzo, Dacquarti y Calandra que marcaron una época en el fútbol de ascenso.
El plantel argentino, dirigido técnicamente por Manuel Giúdice (que pocos años después llevó a Independiente a la conquista de América) estaba integrado por los jugadores de Nueva Chicago Obdulio Amable Onetto, José Leónidas Juárez, Roberto Silvano Pleitavino, José César Molinari, José Zárate, Juan Carlos Vázquez, Arturo López (paraguayo), Héctor Alberto Fernández, Alberto Dacquarti, Norberto Calandria, Julio San Lorenzo, Juan Carlos Salomón y Alberto Horacio González. Los refuerzos eran Juan Carlos Aguilar de Excursionistas, Adalberto Horacio Marchessi de Newell´s Old Boys, Heber Pérez de Sarmiento de Junín y Juan Carlos Vigo de El Porvenir.
En el verano limeño la concurrencia fue en principio interesante, pero la mala campaña del equipo local hizo mermar la cantidad de público a medida que avanzó el certamen, sin que las actuaciones de los favoritos mejoraran mucho el panorama. El saldo del certamen, a nivel de aceptación del público fue finalmente discreta y los espectáculos, sin calidad, tuvieron emoción.
La previsible superioridad de argentinos y brasileños se vio confirmada en la tabla final, pero encontrando ambos seria resistencia de sus rivales en todos los partidos. Tras dos sufridas victorias iniciales para cada equipo, se enfrentaron entre si igualando en dura lucha. Cuando se preveía un desempate, en la última jornada Argentina perdió inesperadamente un punto ante Chile y como Brasil batió a Perú, se coronó.
Las optimistas previsiones del técnico brasileño, augurando que de ese certamen saldrían futuras figuras del fútbol sudamericano no se cumplieron.
La segunda edición del Campeonato Sudamericano de ascenso, que sería la última hasta hoy, se disputó en 1964, y, estuvo a punto de naufragar por la decisión de Brasil de desertar. Alegaban que, en enero, mes previsto para la realización del torneo, los jugadores estaban de vacaciones. La AFA comisionó dirigentes que viajaron a Brasil para convencer a los dirigentes del equipo que debía defender el título. Finalmente lo hicieron, aunque con un equipo que desnaturalizó el torneo, ya que lo integraron jugadores de la primera división carioca, elegidos entre los integrantes de los clubes chicos que ocuparon los 6 últimos puestos del torneo finalizado en diciembre: Bon Sucesso, Madureira, Canto do Rio, Olaria, Portuguesa y Sao Cristovao. Brasil llegó con el certamen iniciado y pese a ello en una dramática definición, volvió a ganar. También participaron Uruguay, Paraguay y Perú. En este último equipo jugó Chumpitaz, luego capitán de la selección mayor y en la escuadra oriental estaban Júpiter Crescio, que en 1956 jugó en Boca Juniors y el ex Ferro Carril Oeste, Omar Méndez.
El equipo argentino no se basó en un solo club como dos años antes, sino que, dirigido por Osvaldo Diez, se integró con una verdadera selección de la categoría, con varios integrantes que habrían de destacarse posteriormente en equipos de primera división.
Fueron sus integrantes Alfredo Mariano Gironacci y José Ferrero de Newell’s Old Boys, Alberto De Udaeta de Temperley, Ramón Salas, José Giaimo y Oscar Tomás López de Los Andes, Héctor Notaris y Antonio Santana de Deportivo Morón, Héctor Berón y José Bernabé Leonardi de Ferro Carril Oeste, Human Andretta y Sigfrido Collazo de San Telmo, Adolfo Paludi de Sportivo Italiano, Roberto Moreyra y Nicolás Bieladinovich de Sportivo Dock Sud, Roberto Aguirre de Quilmes, Eduardo Senés de Platense y Juan Carlos Salomón de Nueva Chicago, único jugador argentino que disputó los dos campeonatos aquí reseñados.
La disputa estaba prevista en jornadas nocturnas en San Lorenzo de Almagro, Huracán, Atlanta e Independiente. Una falla eléctrica en la jornada inaugural en el Gasómetro hizo que no se volviera a recurrir a ese estadio. Descartado el de Atlanta sobre la marcha, se terminó jugando en Huracán e Independiente, cuyo estadio según los comentarios de la prensa ofrecía la mejor visibilidad nocturna (agreguemos que los partidos fueron televisados en directo por Canal 7).
La accidentada jornada inaugural estuvo a punto de malograrse cuando a poco de iniciarse el partido Uruguay-Paraguay, un corte de luz obligó a suspenderlo por largo rato, reanudándose con un lateral en penumbras. El segundo encuentro, entre argentinos y peruanos empezó casi a la medianoche y a poco de arrancar se desencadenó una fuerte tormenta que amenazó con anegar la cancha. A los 24 minutos cuando el puntero derecho peruano Salinas sacó un fuerte tiro al arco, que venció a Gironacci, se volvió a cortar la luz, obligando a suspender definitivamente la jornada.
En los vestuarios cuando algunos jugadores argentinos reclamaban la anulación del gol por el corte de luz, el golero argentino tuvo la hidalguía de reconocer que el tiro ya lo había superado cuando se produjo el apagón. Al día siguiente en Huracán se reanudó el cotejo, con la particularidad, por lo menos para lo que es usual hoy, de que se jugaron los 21 minutos que faltaban y tras el descanso, los 45 restantes. Argentina dio vuelta el partido, violento hasta lo grotesco, incluyendo un penal sancionado por puñetazo del arquero peruano a un delantero argentino. Correa, el arquero, se enojó por la sanción y se fue de la cancha. Hubo que buscarlo en los vestuarios y convencerlo de que volviera, sin que al árbitro se le ocurriera expulsarlo.
Tras los contratiempos iniciales, el torneo se desarrolló con normalidad relativa (en un cotejo el arquero brasileño fue lastimado por una pedrada) y al igual que dos años atrás con superioridad de Brasil. Sin embargo, solo jugaron bien ante Uruguay y de Argentina, que sin brillar mostró el poco fútbol que se vio. Tras un empate en el match decisivo, en el que Argentina dominó sin saber definir, jugaron un desempate en el que Brasil se consagraba con solo empatar, por mejor diferencia de goles. Argentina volvió a dominar al comienzo y sacó ventajas con una conquista del puntero Senés. Tras ser superado en la mayor parte del partido, Brasil reaccionó al final con gran espíritu de lucha, arrinconó al equipo argentino y llegó al empate gracias a una desafortunada acción del lateral Leonardi (hasta ahí una de sus mejores figuras) que al intentar rechazar, le sacó la pelota de las manos al arquero De Udaeta y venció su arco.
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