El prestigioso periodista Rafael Saralegui rescató en su momento una historia perdida en el tiempo y la eternizó para el CIHF. En 1941, Orlando Robustelli, jugador de Temperley, envió una carta a la gente de Excursionistas que fue reflejada en las páginas de La Nación. Allí destacaba la “caballerosidad con que se juega cada vez que nos toca enfrentarnos”, un gesto atípico también para aquella época. Un relato imperdible.
Por Rafael Saralegui (Buenos Aires, Argentina), antiguo socio del CIHF.
Si en 1941 el hecho que vamos a referir fue juzgado por el diario La Nación como “un gesto digno de destacarse” y “una nota inusitada en el ambiente”, hoy, tantos años después, acaso no existan adjetivos superadores o potenciadores de aquéllos para calificar un episodio similar. Entre otras, por dos razones: en la actualidad es imposible imaginarlo, y aquel “ambiente” era un convento de carmelitas de clausura comparado con la cotidianidad futbolística de estos tiempos.
Un partido más...
En la fecha número 31 del campeonato de Segunda División de la AFA, el 19 de septiembre de 1941, Excursionistas, en su campo, se impuso con justicia a Temperley por 2 a 1. Chacarita era líder con diez puntos de ventaja respecto de Colegiales, Excursionistas ocupaba la décima posición y aventajaba por tres puntos a Temperley, que figuraba en el duodécimo lugar. Es decir, un partido sin demandas apremiantes por los extremos de la tabla de posiciones.
En los arcos había dos figuras emblemáticas del ascenso: Rebutti en el ganador y Vaccarezza en el adversario.
Era un partido más y el reducto de La Pampa y Miñones resultó demasiado escenario para una concurrencia que dejó en boleterías 97 pesos.
La rutina era el inevitable camino para el anonimato y el olvido que el trámite del juego había reservado al partido.
Sin embargo...
Algo modificó ese destino. El 2 de diciembre del mismo año, un título de tres líneas a una columna en la sección Deportes de La Nación rezaba: “Felicitó al club Excursionistas un back de Temperley”.
¿Qué había acontecido? Orlando Robustelli, zaguero izquierdo del club del Sur, informaba el matutino, había enviado una nota a la comisión directiva de la entidad de Belgrano y a los integrantes del equipo superior, en la que manifestaba su satisfacción por la corrección que imperó en el partido.
Éste era su texto: “He jugado varios partidos contra el club Excursionistas y aunque el sábado anterior hice de espectador por estar lesionado, he seguido el normal desarrollo del encuentro y tuve una vez más la satisfacción de apreciar con la caballerosidad que se juega cada vez que nos toca enfrentarnos.
Puedo manifestar sin temor a equivocarme que si todos los matches de fútbol se jugaran como lo hacen Excursionistas vs. Temperley no necesitaríamos tribunal de penas.
Un director quizá no se haya ocupado de esto, pero un jugador, yo por ejemplo, a través de los muchos partidos que he jugado contra Excursionistas ve tal vez más de cerca con la corrección que se desempeña ese plantel de caballeros, ya sea local o visitante.
He sentido un profundo placer al dirigirles estas humildes líneas, porque tenía que enviárselas y máxime cuando se trata de una vieja, gloriosa y caballaresca institución”.
El protagonista
Cuesta imaginar un testimonio tan cabal de espontaneidad, frescura y nobleza como el que protagonizó Orlando Robustelli, una de las figuras más protagónicas de los primeros años del fútbol de Ascenso.
Se había iniciado en Sportivo Dock Sud, cuyo primer equipo integró en 1935 y 1936; al año siguiente pasó a Racing Club y jugó sus únicos diez partidos en el círculo superior, siempre como zaguero izquierdo.
En 1938 fue cedido en préstamo a Quilmes, donde jugó 29 de los 32 partidos del certamen, sin convertir goles.
Al año siguiente, en la misma condición, pasó a formar parte del plantel de Temperley, institución en la que se desempeñó hasta 1942; en ese lapso, disputó 88 partidos y obtuvo diez goles.
Como si únicamente se hubiese sentido a gusto en clubes del sur del Gran Buenos Aires, Robustelli concluyó sus días del Ascenso en El Porvenir, cuya casaca defendió dos temporadas.
Era hermano mayor de Arnaldo, que años más tarde actuó en Sportivo Dock Sud y en Colón, de Santa Fe.
No había micrófonos ni cámaras de televisión, otros duendes convivían con el fútbol...
Foto de don Rafael Saralegui que dejó hondos recuerdos en nuestro Centro.
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