Una experiencia que la mayoría de los futboleros considera imborrable:
la primera visita a una cancha, para ver en acción a los jugadores
admirados y a los colores que ya están clavados en el corazón. Que la
inclusión de este texto de Fernando Serra sea también una invitación
para que todos escriban y envíen experiencias únicas, inolvidables,
irrepetibles, relacionadas con el fútbol.
Por Fernando Serra (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF.
Un domingo en casa de los abuelos paternos y comiendo pastas es una
tradición porteña que se transformó en rito; pero, para mí, era un hecho
poco habitual y de escasa frecuencia durante el año -sólo en las
fiestas familiares-, por lo que lo disfrutaba enormemente y por diversos
motivos.
Aquel día, 2 de abril de 1972, mi tío decidió llevarnos a
mi hermana seis años mayor y a quien escribe a la cancha. Eran tiempos
donde no hacía falta averiguar a qué hora y qué día se jugaba el
partido, porque la Primera iba siempre en domingo, y en el mismo
horario.
Me resulta imposible recordar y evaluar los motivos de
tamaña decisión familiar, porque en situaciones posteriores, costaba
convencerlo tanto al tío como al viejo, dos futboleros ya casi retirados
por aquel entonces, para ir a la cancha. Pero lo cierto es que este
acontecimiento confirmó de forma determinante y para siempre mi afición a
una camiseta, pero más aún a este apasionante deporte llamado fútbol.
Aquellos que lo conocieron recordarán que el viejo Gasómetro de avenida
La Plata, que distaba sólo 10 cuadras de la casa de mis abuelos, otro
lugar de imborrables recuerdos, tenía una platea perimetral que rodeaba
el alambrado olímpico, destinada en su mayoría a damas y vitalicios.
Desde allí vi por primera vez un partido de fútbol en vivo y en directo,
a escasos metros de los protagonistas, bajo un sol abrasador, que me
provocó una insolación y lo que es mucho peor, la furia de la vieja, y
ese olor a césped en la nariz que me duró varios días.
Contar las
secuencias del partido es algo que me resulta francamente imposible. Y
de todos modos, ¿para qué? No es quizá lo más importante de este relato.
Además, están las crónicas de la época que lo narraron mejor de lo que
lo harían mis confusos recuerdos actuales. Sí atesoro en mis retinas la
imagen de la hinchada rival con sus paraguas rojinegros del otro lado,
tras el arco de la calle Mármol, y mucha gente que acompañaba a un
equipo de buen juego y buenos jugadores como Zanabria, Silva,
Santamaría, Montes, y otros más, que no me permitieron “debutar
ganando”.
De este lado, del local, de los nuestros, y sobre los
viejos tablones hoy extinguidos, también paraguas, también banderas y
también mucha gente, como antes, pacífica, alegre y disfrutando.
No
hace falta aclarar que los colores de este lado eran azul y rojo, los
mismos de la familia toda, los que aún hoy me identifican, quizá con
menos fanatismo que antaño, cuando era un pibe capaz de pelearme por una
semana entera con mis compañeros de grado por una simple e
insignificante derrota, pero con la misma lealtad y el mismo apego que
sintieron mi padre y mis abuelos.
Ah... de este lado: Irusta,
Veglio, Fischer y... Sanfilippo. Sí, yo lo vi jugar al Nene el día de
“mi debut” y, además, él y el Lobo hicieron un gol cada uno para salvar
un empate en dos, complicado y difícil, pero útil al fin para un año
inolvidable para San Lorenzo, y sobre todo para mí.
La camiseta
blanca con dos bastones laterales azul y rojo –suplente aquel día- fue
la vestimenta de ese partido, y si hoy ya es sólo un recuerdo, para mí
será siempre la alternativa oficial, tanto que aún conservo esa camisa
talle niño, que a mi abuelo le costó tanto conseguir. Eran tiempos donde
no existían los sponsors ni indumentarias que vestían jugadores y
técnicos, ni ninguna otra maquinaria comercial como en la actualidad.
Hoy deduzco que mi abuelo tuvo que mandarla a hacer para salvar la
situación que generaba mi capricho.
Todo recuerdo se agiganta con
el paso del tiempo, y más todavía si los lugares de los hechos ya no
existen (la historia no me deja mentir) por lo que comprenderán la
importancia de mi relato. Al final del partido, sobre el empedrado de
avenida La Plata circulaban cientos de hinchas y sobre la vereda de
enfrente, un Falcon ‘70 estacionado con mi viejo -quien ya no está para
atestiguarlo- al volante nos esperaba seguramente muy emocionado por mi
primera aventura.
De la mano de mi tío, que no recuerda ese momento,
llegamos al coche y allí terminó el comienzo de una historia que, doy
fe, jamás se apagará. Ah, yo tenía apenas seis años, pero lo siento como
si fuera hoy mismo.
Síntesis del partido
San Lorenzo 2 – Newell´s O. B. 2
Torneo Metropolitano (Jugado el domingo 2 de abril de 1972)
San Lorenzo: Irusta; Glaría, Rezza, Olguín y Rosl; García Ameijenda
(Cocco), Espósito y Veglio (H. Scotta); Chazarreta, Sanfilippo y
Fischer.
Newell’s: Fenoy; H. Martínez (Cornejo), Jara, Capurro y
Sanseverino; Montes, Cáceres y Zanabria; Santamaría, Silva (Berta) y
Mendoza.
Goles: PT: 25’ Sanfilippo. ST: 15’ Cáceres; 38’ Fischer; 42’ Jara.
Estadio: San Lorenzo.
Arbitro: Coerezza.
Recaudación: $ 18.943.-
Tapa de El Gráfico del 4 de abril de 1972, es decir del partido que vio
Fernando: Sanfilippo con la camiseta que se describe en el artículo.
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