Por
Edgardo Imas (Buenos Aires, Argentina), socio del CIHF
Fue un año emblemático y
divisorio de aguas. Aquel 1973 deparó, por un lado, militantes pasiones,
vivencias, esperanzas, ilusiones, y por el otro, incipientes decepciones y los
primeros estertores de lo que sería una espiral de violencia que desembocaría
en el terrorismo de Estado a partir de 1976.
El 25 de mayo se había
retirado la dictadura lanussista, dando paso al gobierno constitucional de
Héctor Cámpora, recibido por una multitud en la Plaza que despidió a los
militares al grito de “se van, van, y nunca volverán”. El 20 de junio, lo que
pasó a la historia como la masacre de Ezeiza, en ocasión del segundo regreso
del general Perón, fue un punto de inflexión y disparador de todo el proceso
posterior teñido de violencia, no sólo alojada en algunos nichos estatales y
paraestatales sino también en algunos sectores de la sociedad, que reaccionaban
contra aquéllos.
Sin embargo, amplias
capas de la población como nunca se sintieron protagonistas y con mucho fervor
y participación ejercieron y presionaron a través de diversos métodos con
objeto de satisfacer sus reivindicaciones, superar postergaciones y acumular
espacios de poder.
El fútbol no podía
permanecer ajeno al clima que vivía el país. Contrastando con las
características y las motivaciones de la violencia que se instalaría en torno a
ese deporte a partir de los ochenta, en virtud de la institucionalización y
legitimación de la barra brava como factor de poder en los clubes y los
profundos cambios en el tejido social producto de siete años de represión y
aplicación del plan económico de la dictadura golpista del ’76, un grupo
bastante representativo de socios de Vélez fue protagonista en octubre de 1973
de un singular hecho que combinó la movilización con el ejercicio de la acción
directa.
El Campeonato Nacional de
1973 había comenzado el viernes 5 de octubre, pues el domingo 7 jugó la
Selección Nacional, que le ganó a Paraguay y se clasificó para el Mundial ’74.
La inauguración del certamen en un día viernes marcaría la tónica de lo que
desde el punto de vista organizativo fue el torneo, en el que hasta algunos
equipos metropolitanos llegaron a cambiar su condición de local para jugar en
el interior y recaudar más.
La segunda fecha estaba
prevista para el miércoles 10 de octubre –con el adelanto el martes de River
3-Instituto 1–, en medio de un clima de efervescencia nacional ya que el 12
asumiría su tercer mandato presidencial Juan Domingo Perón. La AFA había
programado que en el estadio de Vélez jugaran, a las 16, el local y Chacarita
Juniors, por el Grupo A, y en horario nocturno se llevara a cabo el clásico
interzonal –debía ser en cancha neutral– entre San Lorenzo y Huracán.
Durante la mañana llovió
sobre la ciudad de Buenos Aires, por lo cual la AFA dispuso pasadas las 13.30
suspender el partido de la tarde entre Vélez y Chacarita, trasladándolo para el
martes 16, a fin de preservar el estado del campo de juego con vistas al
encuentro nocturno entre los que entonces eran los dos últimos campeones del
fútbol argentino.
A las 16.30 un grupo de
aproximadamente 250 socios de Vélez Sarsfield, enterados de la medida y presa
de la indignación, decidieron actuar para impedir que se consumara lo que ellos
entendían una vulneración de sus derechos y una arbitrariedad: que se
suspendiera el partido de su equipo, en su propia cancha, para que horas más
tarde pudiera disputarse otro.
Sin embargo, la
indignación ya venía de antes: la fijación de un horario diurno en una jornada
laborable para el local, lo cual se supone que resta público, y de uno nocturno
para el otro encuentro. Los dirigentes velezanos serían acusados de no
reaccionar ante esta serie de disposiciones injustas de la AFA.
En primera instancia, los
socios intentaron impedir el partido nocturno tratando de no hacer funcionar la
iluminación del estadio Amalfitani, pero no encontraron eco de su solicitud en
los encargados del área respectiva de la institución. Entonces, pusieron manos
a la obra: arrancaron de cuajo los arcos, rompieron un sector pequeño del
alambrado olímpico, abrieron los grifos del campo de juego y tiraron algunas
pocas butacas de la platea. Sin “excesos”, es decir, lo mínimo necesario para
que se cumpliera su voluntad.
Satisfechos y plenamente
convencidos de que habían hecho justicia, los socios luego escribieron en la
pizarra del hall de entrada al club la siguiente leyenda: “Huracán-San
Lorenzo, partido suspendido por orden de los socios de Vélez”. Al cabo de
un rato, cuando los hinchas se desconcentraban solos y pacíficamente, arribaron
algunos patrulleros policiales, que no llegaron a intervenir.
La manifestación de disconformidad
de los socios dio sus frutos: desde Vélez se informó de lo ocurrido a la AFA y
de la imposibilidad material de reparar los daños inmediatamente para que se
desarrollara el clásico Boedo-Parque de los Patricios, por lo que también se
dispuso la suspensión de este duelo. El resto de los partidos nocturnos en
Buenos Aires y alrededores finalmente se llevó a cabo ya que la lluvia había
cesado varias horas atrás.
Es interesante conocer lo
que declararon los ofuscados socios a algunos medios, como “La Razón”: “Esto
(refiriéndose a las instalaciones) es nuestro y está hecho para nosotros. Los
dirigentes no son los dueños exclusivos; los privilegios, entonces, tienen que
ser para los socios. Debían haber hecho jugar San Lorenzo-Huracán por la tarde
y a la noche Vélez-Chacarita, considerando que era un día laborable. La luz
eléctrica fue colocada con esta finalidad, entre otros motivos”, concluyó con
irrefutable lógica.
Continuaron explicando su
actitud: “Y si suspendieron el encuentro de la tarde para preservar el campo,
debían haber hecho lo mismo con el de la noche. Nosotros fuimos a
hablar aproximadamente a las 16 con el señor Mariani, gerente del club, para
notificarle nuestra posición. Él nos dijo que Vélez no tenía nada que ver con
la disposición, que era exclusivamente de la AFA y debía acatarse. Entonces,
optamos por impedirlo con nuestras propias manos, arrancando los arcos. Después
subimos nuevamente y le comunicamos lo que habíamos hecho, advirtiéndole que,
si colocaban otra vez los arcos para que se jugara, no nos responsabilizábamos
de lo que pudiera ocurrir. Incluso abrimos los grifos de la cancha para
agudizar el problema del estado del campo. Eso es todo lo que hicimos”.
También desmintieron
rotundamente las exageraciones de algunas radios y diarios sobre la magnitud de
los daños: “No rompimos las instalaciones, como dijeron algunos. Las tres o
cuatro butacas estaban rotas y sueltas y las tiraron al piso. Nosotros
suspendimos el partido tal como dice el cartel de entrada”.
El presidente de la
entidad de Villa Luro, José Ramón Feijoo, explicó posteriormente que a primera
hora de la mañana se había comunicado con la calle Viamonte para pedir la
suspensión de toda la fecha y que ella se pasara para el próximo miércoles. Le
habrían respondido que, por problemas organizativos y contratos de la TV –al
parecer, ¡aun cuarenta años atrás también influía!, cuando no sólo no había
codificados sino ni siquiera TV color–, ello era imposible y que ya habían
suspendido las terceras. Luego del mediodía, Feijoo adujo haberse enterado de
la suspensión de Vélez-Chacarita, comunicada por Nicolás Bulovich, secretario
provisional de la AFA, y justificó la aceptación por parte de Véles de esa
disposición en que el club debía acatar disciplinadamente lo que resolviera la
intervención afista. Más aún, el titular velezano calificó la decisión de la
AFA como bien intencionada, lógica y razonable, para finalmente minimizar los
daños que causaron los socios, no sin asombrarse de la reacción que tuvieron, a
la que calificó de inadmisible.
Contradiciendo lo
expuesto por Feijoo, el diario “Crónica” fue el único medio que publicó una
supuesta declaración del funcionario de la AFA, Bulovich, en el sentido de que
“el partido se había suspendido por acuerdo de las partes”.
Sea como fuere, si San Lorenzo-Huracán no jugaron esa
noche en Liniers, fue, efectivamente, “por orden de los socios velezanos”. Por
eso completaron la segunda fecha el martes 16, por la noche, empatando 2 a 2 en
cancha de Boca. Mientras, Vélez ganaba su partido pendiente ante Chacarita por
3 a 2 en un Amalfitani ya con arcos colocados y grifos cerrados, pero con el
espíritu rebelde de muchos de los espectadores.
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