Por Ricardo Gorosito, socio del CIHF.
El
siglo XIX llegaba a su fin. Un grupo de estudiantes universitarios fundó en
Montevideo el Club Nacional de Fútbol producto de la fusión de dos clubes: el
Uruguay Atlético y el Montevideo F.C. Fue en la casa del Dr. Ernesto Caprario,
al lado del actual teatro Verdi, el 14 de mayo de 1899. Y jugaban en Punta
Carretas, lugar donde el incipiente fútbol oriental tejió sus primeras
filigranas.
Un hombre alentó a esos
pioneros. Fue don Eusebio Céspedes, un oriental hecho y derecho oriundo de Melo
que ya no estaba para jugar al fútbol, pero que en tres de sus cinco hijos vio
cumplir su sueño de jugador.
Amilcar, Bolívar y Carlos
comenzaron en equipos barriales cercanos a Paso Molino. Amilcar se inició en
Titán y los tres luego jugaron en Artigas, pasando posteriormente al Albion,
donde con apenas 15 años debutó Bolívar.
De allí a Nacional, donde se
convertirían en los primeros grandes que tuvo el equipo tricolor en aquellos
sus primeros pasos. Amilcar como arquero, Carlos, iniciado como puntero, pasó
luego al medio del ataque y Bolívar, era un wing habilidoso y rápido.
El primero en llegar a la
primera de Nacional fue Bolívar, el 2 de septiembre de 1900 ante Albion y el 31
de marzo de 1901 jugaron juntos por primera vez en el Parque Central ante la
tripulación del H. M. S. Flora.
En 1902 y 1903 se consagraron
campeones del certamen uruguayo y cuentan que luego de cada partido, don
Eusebio recibía en su casa del barrio 19 de Abril a todo el equipo de Nacional
para reponer energías.
En septiembre de 1903, por
primera vez la selección uruguaya jugó en Buenos Aires con su similar
argentina. Ante la negativa de Peñarol (por entonces C.U.R.C.C.) y el Deutscher
de ceder a sus jugadores, fue Nacional el que asumió la representación. Y en
ese equipo se lucieron esa tarde los tres hermanos Céspedes. Uruguay ganó por
primera vez en Buenos Aires por 3 a 2 con dos goles de Bolívar y el restante de
Carlos.
El de 1904 fue un año duro para
el pueblo oriental. El alzamiento del caudillo blanco Aparicio Saravia contra
el gobierno que presidía José Batlle y Ordóñez desató la guerra civil.
Varios futbolistas huyeron a
Buenos Aires escapando del conflicto. Entre ellos los tres hermanos Céspedes,
Gaudencio Pigni y Gonzalo Rincón. Los cuatro primeros recalaron en el Barracas
Athletic, aquel club que naciera y muriera en la primera década del siglo XX.
Escaparon a tiempo porque cuando el ejército los reclamó para cumplir con el
servicio militar, no los encontraron.
El arco del Barracas lo ocupaba
el legendario José Buruca Laforia, aquel vasco de gruesos bigotes y chambergo,
que brillara luego en Alumni e Independiente. Generosamente, Laforia pasó a
jugar de delantero para dejarle el puesto al recién llegado Amilcar.
En ese 1904, Peñarol y Nacional
tenían que jugar la final del campeonato de 1903 que se postergó por la guerra.
La Asociación Uruguaya fijó como fecha de realización la del 28 de agosto,
momento en que los tres estaban en Buenos Aires.
Peñarol contaba con sus
titulares. Sus jugadores eran empleados ferroviarios y no estaban afectados al
servicio militar. Pero sorpresivamente esa tarde los tres hermanos y Pigni
aparecieron en la cancha.
Según pudo saberse luego, el dirigente Pedro Manini
Ríos había gestionado y logrado ante el presidente Batlle Ordóñez un
salvoconducto por 24 horas para que pudieran estar presentes. Nacional
ganó el decisivo partido por 3 a 2. Bolívar anotó dos y el restante Carlos.
Finalizada la guerra en septiembre y firmada la paz, volvieron a Montevideo.
El presidente oriental dejó una
frase refiriéndose a este episodio: “No habían cometido delito alguno al
huir; no es delito negarse a empuñar las armas en una guerra entre
hermanos…”
La temporada de 1905 se
presentaba favorable para el equipo de Nacional. Vencedor de la Copa Uruguaya
de 1902 y 1903 buscaban que el trofeo adornara definitivamente sus vitrinas si
se la adjudicaban por tercera vez consecutiva.
El torneo se inició el 21 de
mayo y Nacional obtuvo una cómoda victoria ante el Albion por 3 a 0.
Eufóricos por la victoria,
Carlos, Bolívar y Gonzalo Rincón se dedicaron esa noche a festejar. Un festejo
que terminó trágicamente.
El historiador Eduardo Gutiérrez
Cortinas hizo en 1979 una referencia al drama que se desató posteriormente.
Señala que luego de cenar en la
fonda “El pinchazo” de Cerrito y Ciudadela, (“donde se pagaban dos
vintenes (moneda de cobre de dos centésimos uruguayos) y se hacía esgrima con
un tenedor en una enorme olla”), visitaron el Bajo (zona de tolerancia) y
perdieron el último tranvía que salía poco después de la medianoche. Decidieron
entonces pasar la noche en un “hotelucho” de la zona portuaria.
Según parece, Bolívar durmió en
la misma cama que la tarde anterior había ocupado un brasileño atacado de
viruela y que había sido llevado a una zona de aislamiento.
Una semana después, cuando
Nacional le ganó 1 a 0 a Wanderers, Bolívar no pudo jugar porque los síntomas
de la enfermedad ya eran evidentes. Esa misma noche del 28 de mayo, en el
frente de la vivienda paterna de la calle Gil N° 1365, la “Casa de Desinfección
de Gabriel Honoré” colocó un cartel con la terrible palabra: “Viruela”.
Luego de diez días de
sufrimiento, Bolívar Céspedes murió en la madrugada del 9 de junio. Tenía
apenas 21 años.
Pero la pesadilla no había
terminado. Carlos, que lo cuidó junto con Delia, la única hermana mujer también
se contagió y falleció el día 30 del mismo mes con sólo 20 años.
Delia, si bien sufrió la
enfermedad, se salvó milagrosamente tras varios meses de pelear contra la
muerte.
Fue ésta la más grande tragedia
del fútbol uruguayo.
Pero la vida sigue y el 23 de
julio Amílcar ya estaba otra vez en el arco de Nacional que le ganaba 1 a 0 a
Peñarol por la Copa de Honor.
No obstante fue por poco tiempo.
En 1908 pasó al Albion y cuando los “azulgrana” de William Poole desaparecieron
antes de terminar la temporada, decidió abandonar el fútbol y dedicarse al
comercio hasta su muerte el 13 de junio de 1940.
Delia murió en 1956 y el menor,
Ernesto, en noviembre de 1971 y en su homenaje, el campo de Deportes de
Nacional lleva el nombre de “Los Céspedes”.
La muerte de Bolívar y Carlos
también estuvo envuelta en la leyenda. Se dijo que no se habían vacunado y
Amílcar sí. Nunca lo sabremos.
La única certeza es que los tres
pertenecen a la historia grande de Nacional.
Fuentes
consultadas:
100 años de gloria – Diario El País 2000.
Eduardo Gutiérrez Cortinas – Fascículo 97 de “Estrellas Deportivas” – Julio de 1979.
Agradecimiento a Italo Moreno, socio del CIHF.
100 años de gloria – Diario El País 2000.
Eduardo Gutiérrez Cortinas – Fascículo 97 de “Estrellas Deportivas” – Julio de 1979.
Agradecimiento a Italo Moreno, socio del CIHF.
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