miércoles, 8 de abril de 2015

Argentina, con la Liga más grande del mundo


Por Raúl Ramírez (socio del C.I.H.F.).
Para Télam.

El Campeonato de Primera División 2015 de AFA, que comenzará el viernes próximo, contará con la participación de 30 clubes, lo que constituye un hecho extraordinario, ya que la Liga argentina se constituirá en la integrada actualmente por el mayor número de equipos en el mundo.
Con sus 30 participantes, Argentina pasa a encabezar cómodamente el listado de las ligas de asociaciones afiliadas a FIFA, ordenadas por número de equipos en su primer nivel. 
De los 54 miembros de la UEFA, solamente Liechtenstein no organiza su propio torneo de liga (sus clubes juegan en diversos niveles del fútbol suizo). De los restantes, la mayoría (un total de 29) no tiene mas de 12 clubes en su círculo superior, siendo Andorra, Armenia y Gibraltar los que, con ocho integrantes cada uno, exhiben un primer nivel más reducido. 
En el extremo superior están España, Francia, Inglaterra e Italia, con 20 participantes en sus máximos certámenes. Alemania, el restante coloso europeo, organiza su Bundesliga con 18 integrantes, igual número que Grecia, Holanda, Portugal, Rumania y Turquía. El único con número impar es el minúsculo San Marino, con 15 participantes. 
La Conmebol, entidad madre del fútbol sudamericano tiene sólo 10 afiliados. Hasta la última temporada, antes de la explosión de su Primera División Argentina compartía con Brasil y Colombia la mayor cantidad de equipos, 20 clubes cada uno, en la máxima categoría. Siguen Chile y Venezuela con 18, Perú y Uruguay con 16, y cierran el listado Bolivia, Ecuador y Paraguay con 12 cada uno.
La entidad que rige el fútbol de América del Norte, Central y del Caribe (CONCACAF) cuenta con 41 asociaciones afiliadas, de las cuales seis no integran la FIFA. El escenario es dominado por México y Estados Unidos, que además tienen las ligas más voluminosas. Unos 18 clubes integran el torneo azteca, mientras que la Major League Soccer (MLS) participan 19 entidades, aunque tres de ellas pertenecen al vecino Canadá. 
En América Central oscila entre los 12 participantes de la Liga Costarricense y los nueve de la de Bélice. En el Caribe el mayor número de participantes lo tiene Guyana (geográficamente en Sudamérica) con 16. En Haití también 16 iniciaron la temporada pero cinco fueron excluidos luego de un conflicto con la Federación. Las ligas mas reducidas son las de Saint Martín (no afiliada a FIFA) y Turcos y Caicos con siete competidores cada una.
La Federación rectora del fútbol asiático (AFC) tiene 47 asociaciones afiliadas. Aquí la variedad de formatos y cantidades de participantes en el primer nivel de cada una de ellas es grande, y para nada vinculada con la potencia futbolística. Es así que dos ligas modestas aún en el plano continental, como las de Indonesia y Sri Lanka tienen el mayor número de participantes, 22 cada, aunque en el último caso hubo una deserción que redujo a 21 el total de contendientes. 
Japón y Corea del Sur, con las ligas mas relevantes de Extremo Oriente, cuentan con 18 y 12 clubes en lisa respectivamente, contra 16 de la populosa China, el mismo número que en Irán. Arabia Saudita cuenta con 14, al igual que en dos destinos conocidos por argentinos trotamundos: Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
En el extremo inferior de la lista está el reino montañoso de Bhután, con apenas seis participantes. Un caso aparte es el de Palestina, con su territorio dividido y con imposibilidades de traslado por la ocupación de Israel, lo que hace que tenga dos certámenes separados: el de Gaza y el de la Cisjordania, cada uno con 12 rivales, lo que daría un total de 24 si se los considerara a todos como partícipes de la misma liga.
El fútbol en África (CAF) exhibe un total de 54 asociaciones nacionales, mas la isla de Reunión, que es miembro asociado (no pertenece a FIFA). No faltan aquí situaciones más particulares, como la de Comoros, un estado insular que organiza, seguramente por dificultades de traslado, un certamen por cada una de sus tres islas principales. Luego los campeones definen la Liga; entre las tres islas suman 24 clubes en disputa. El mismo número posee la liga de Madagascar, divididos en cuatro zonas de seis.
Con esquemas mas convencionales dos referentes continentales, Egipto y Nigeria, exhiben las ligas mas pobladas, con 20 integrantes cada una, mientras que 19 actúan en la de Camerún y 18 en la de Sudán del Sud, que se juega cuando y como se puede. El número mínimo corresponde a Cabo Verde, con nueve clubes.
La federación de Oceanía (OFC), sin duda la región donde el fútbol ha alcanzado menor desarrollo tiene once afiliados, liderados por Nueva Zelanda en cuya liga juegan nueve entidades. Nueva Caledonia y Samoa tienen con 12 competidores cada una el mayor número de integrantes, mientras que la liga de Samoa Estadounidense es la más deshabitada del continente y del mundo con cinco participantes.
En conclusión, se puede señalar que no hay una relación directa entre el poderío futbolístico de las distintas federaciones y la cantidad de participantes en sus torneos mayores, aunque sí existe cierta tendencia a que a mayor desarrollo haya más clubes en lisa, con notables excepciones. Las dimensiones geográficas y algunas particularidades en materia de transportes, recursos y aun de situación geopolítica, también ejercen su influencia.
De todos modos, en el ancho mundo de la FIFA no habrá por lo menos en 2015 ninguna liga nacional que siquiera se acerque al número de participantes que tendrá la de Argentina. Para saber si ello constituye un acierto o un disparate, sólo habrá que esperar.

sábado, 4 de abril de 2015

38 minutos



Enzo E. Gennoni jugó en la Selección Argentina un partido oficial (38
minutos para ser más precisos), ante México el 22 de agosto de 1967
(1ª derrota del Sel. Argentino v. México). Ingresó en el segundo
tiempo por Juan C. Carone, marcó un gol y luego (debido a una lesión)
fue reemplazado por Rodolfo Fischer.

México 2: Ignacio Calderón - Juan Manuel Alejandrez - Gustavo Peña -
Guillermo Hernández - Mario Pérez - Luis Regueiro (77’ Antonio
Munguía) - Isidoro Díaz - Fernando Bustos - Javier Fragoso (85’ Héctor
Pulido) - Enrique Borja - Bernardo Hernández. Entrenador, Ignacio
Tréllez.

Argentina 1: José Marín (80’ Carlos Buttice, debut) - Roberto Rogel -
Nelson López (35’ Antonio Laginestra, único partido) - Eduardo Manera
- Carlos Pachamé (cap.) (65’ Jorge Masalis, único partido) - Rafael
Albrecht - Mario Pardo (35’ Hugo Tedesco, único partido) - Sebastián
Viberti - Rodolfo Fischer (debut) (46’ Daniel Onega) - Roberto Zywicka
(único partido) (46’ Omar Wehbe) - Juan Carone (46’ Enzo Gennoni).
Entrenador, Carmelo Faraone.

Goles: 57’ Javier Fragoso - 61’ Enzo Gennoni - 65’ Javier Fragoso.
Arbitro: Abel Aguilar (México). Estadio Azteca. Público: 55.000. A los
83' Rodolfo Fischer reingresó por Enzo Gennoni.

Fuentes: Quien es quien en la Seleción Argentina (J. Macias). Fútbol
historia y estadísticas nro. 11. El Gráfico Historia de la Selección
Argentina cap. 5.
http://decelesteyblanco.blogspot.com.ar/2008/06/historial-argentina-mxico.html

Maxi Mecoli (@viejocasale)

viernes, 27 de marzo de 2015

Una medalla que brilla. A propósito de los noventa años de la gira de Boca por Europa.


Por Ariel Scher (Periodista. Socio del CIHF).

En 1934, con los pantalones a la altura de las rodillas que le correspondían a cualquier chico de diez primaveras, Arnoldo Bernasconi descubrió que hay hombres que hacen lo que nadie. Los admiró enseguida. Algunos de esos hombres eran los jugadores de Boca que, destartalando moldes, enardeciendo corazones y arrasando a los rivales y a la lógica, habían dado vueltas nueve años antes por Europa, en lo que representó el viaje inaugural y resonante de un equipo argentino de fútbol hacia esa geografía. Otro de esos hombres también fue decisivo en esa gira pero sin patear ni dos ni sesenta pelotazos: los escribió. Arnoldo, desde luego, lo encumbró en su lista de admirados. Se trataba de Hugo Marini, periodista, talentoso, imaginativo, jefe de Deportes del diario Crítica, autor de las crónicas que suscitaron la expectativa y las vibraciones de un país, único narrador de esa aventura que retumbó lo suficiente como para abrir las puertas de la historia, primer enviado de la prensa deportiva nacional al otro lado del mar para retratar partidos. Todo eso y algo más: el tío de Arnoldo.

Así que Arnoldo creció de Boca, muy de Boca, y con los oídos anchos para escuchar los ecos que suscitaban los textos que ese tío redactaba con conocimiento y con arte. Imposible huir de la fascinación: Marini había cruzado el océano cuando cruzar el océano era un sueño tan difícil que estaba reservado a Colón en los libros del colegio o a los ricos en las revistas que mostraban sólo a ricos. Además, frecuentaba a los futbolistas famosos con la naturalidad con la que la gente corriente besaba la mejilla de una prima en los almuerzos de los sábados. O le escribía algún libreto a Luis Sandrini en las horas en las que Sandrini era mucho más que un actor y muy poco menos que un dios. No obstante, nada de eso guardaba la menor resonancia al ser comparado con algo insuperable: en la primavera de 1934, Marini le había enseñado a Arnoldo que la vida brilla. Tal cual: brilla.

"¿Vos tenés un hijo?" le había preguntado un dirigente de Boca al mejor escritor que pudo tener el Boca más mítico. "Hijo varón, no -contestó Marini, papá de una niña-, pero tengo un sobrino que es como si lo fuera". El dirigente no dio vueltas porque infería que Marini era un individuo paciente pero al que la pasión por las noticias, por las palabras y por el deporte lo dejaba con el tiempo libre escaso. De modo que soltó su anuncio enseguida: "Si es como tu hijo, entonces te vamos a mandar una medalla. Una medalla de Boca para él". Al rato, la medalla se estacionó en su escritorio. Primero la evaluó simpática porque incluía la inscripción "pequeño hincha", o sea que formaba parte de una serie muy especial y dirigida a los pibes. Y luego se la llevó a Arnoldo.




Lo que continuó fue extraordinario. Se comprende lo que aquí, especialmente aquí, significa extraordinario: un suceso que ojalá sobreviniera seguido pero que no se da casi nunca. La medalla de Boca, un tributo de la institución a la presencia de Marini en aquella gira inolvidable, brillaba como un tesoro. O como los ojos de Arnoldo, que, encandilados al parpadear delante de ella, lanzaban fuegos, magias, luces y rayos con la intensidad que sólo adquieren los ojos cuando hay niñez o cuando hay amor. Brillo más brillo, esos ojos y esa medalla lograron que la vida brillara. Los que compartieron desde un pestañeo hasta una existencia con Arnoldo testimonian que de esa suma de brillos no se desprendió jamás. De la medalla, durante décadas, tampoco.

A ciertas sabidurías de la infancia las atenuan o las desacreditan los calendarios. Otras, al revés, resisten y se verifican. Sobre la gira de 1925, Arnoldo comprobó, mientras maduraba, que en sus cautivaciones de pantalón corto no sólo no había errado sino que hasta había andado módico. Es que entre el 4 de febrero, cuando partió arriba del vapor Ciudad de Buenos Aires, y el 12 de julio, fecha del retorno a bordo del navío Mesella, Boca jugó 19 partidos, triunfó en 15, igualó uno y cayó en tres, modelando un itinerario deportivo de 159 jornadas lejos de casa, con actuaciones en España, en Alemania y en Francia. Hubo 10.000 personas en el puerto de Buenos Aires en el instante de la salida y la cifra se cuadruplicó para la cita del regreso. Por supuesto que en sus lecturas jovencísimas, regocijado en sus células de hincha, Arnoldo puso el foco en la gloria de las canchas. Sin embargo, ya adulto y con el auxilio intelectual de su tío, concluyó en que la victoria más determinante de ese periplo consistió en convertir a un exitoso equipo porteño, que venía ganando campeonatos y adhesiones, en una referencia nacional e internacional. Más fácil: en Boca.


Violeta, bisnieta de Arnoldo Bernasconi, heredera de la medalla que brilla.

Con la medalla brillante siempre próxima a sus dedos largos, Arnoldo repitió esa tesis a través de los veranos y de los inviernos, ya no como un pequeño hincha sino hecho un señor de inquietudes diversas, inclusive la de ejercer el periodismo en muchos diarios, como Democracia, Pregón o, claro, Crítica. La enunciación de la tesis -en ocasiones delante de Tita, la hija de Hugo, socia entrañable de crianza, una hermana- iba acompañada de la evocación obligatoria de los diecisiete jugadores que relumbraron en esa excursión. "Américo Tesoriere, Ludovico Bidoglio, Ramón Mutis, Segundo Medici, Alfredo Elli, Mario Busso, Domingo Tarasconi, Antonio Cerroti, Dante Pertini, Carmelo Pozzo, Carlos Antraygues y Alfredo Garasini", enumeraba Arnoldo, que frenaba ahí porque de Boca, exactamente de Boca, provenían esos doce muchachos. Enseguida, le dedicaba un parlamento cariñoso a Tesoriere ("en tiempos de Américo esto no pasaba", aseveraba cuando el universo del club se ensombrecía), ya que lo sentía un arquero notable y un prócer capaz de enhebrar poemas o de inducir a sus compañeros a visitar la Torre Eiffel. Luego agregaba: "Manuel Seoane, Cesáreo Onzari, Octavio Díaz, Roberto Cochrane y Luis Vaccaro". Sí, refuerzos de calidad cedidos por otras instituciones para enfundarse la azul y amarilla en el viaje. "Pasaba que, en esa gira, Boca era de todos y todos éramos Boca", resumía Arnoldo, advertido y advirtiendo que tanta épica había doblegado a una arraigadísima percepción argentina (de raíz más que futbolera) que indicaba que Europa siempre era la cima, siempre era mejor. Desde ese entendimiento, las autoridades de la Asociación Argentina de Fútbol, con el consenso de sus entidades afiliadas, distinguieron a Boca como campeón de honor de 1925, a pesar de que la ida hacia tierras que quedaban del otro costado del Atlántico le había impedido intervenir en el torneo local. La perspectiva de etapas posteriores del fútbol, en las que se desbarrancó el placer de agasajar a un rival, quizás induzca a sospechar que en esa disposición flotaba algo hipócrita. No y no y no. Era un honor sincero, voluntario, real.

“Boca era de todos y todos éramos Boca” conforma una sentencia que Arnoldo absorbió en medio del humo de los cigarrillos respirados con su tío. Entera verdad. Tan verdad como que esa visión de la gira de 1925 excedía esos intercambios familiares, ya que podían repetirla miles de futboleros que eran y que no eran de Boca. De hecho, según las crónicas de ese momento, cuando el equipo inició su tránsito, la muchedumbre que lo despidió cobijaba a una delegación de simpatizantes de River. Para que eso ocurriera bastante generó Boca. Y bastante generó Crítica.


Breve revisión: el uruguayo Natalio Botana fundó Crítica en 1913 y desde muy temprano ubicó al deporte entre los temas preponderantes de la publicación. Lo documenta la investigadora Sylvia Saitta en "Regueros de tinta", un libro que desmenuza cómo el diario gravitó o, directamente, construyó la realidad nacional a partir de su monumental capacidad de acción política y periodística y de sus recursos modernos para llevarla adelante. En esas páginas, el fútbol viró de menos a más, de noticia colateral a territorio visceral, acaso por el peso de una propuesta clave que supo recoger en sus recuerdos el notable periodista Juan José de Soiza Reilly. “Si querés que Crítica se vaya a las nubes, dedicale al fútbol una página entera”, dijo Soiza Reilly que le sugirió Eduardo Dughera, alguien muy influyente en la distribución de diarios de esa era, a Botana. Y Botana aceptó. Aceptó y hasta puso a contar fútbol a Pablo Rojas Paz, un literato de lazos amables con Jorge Luis Borges y no tan amables, hasta allí, con el fútbol.

La contratación de Rojas Paz ("El Negro de la Tribuna", en su prosa para el deporte) y, en 1919, la de un joven crack periodístico como Marini, que ya sobresalía en el diario La Argentina, certifican el ojo eficiente de Botana para sus ediciones de fútbol. Sin embargo, no agotan el espiral de jugadas que trazó con la pelota. Entre febrero y agosto de 1926 presidió la Asociación Argentina de Football, en el último lustro de los veinte usó a Crítica como motor de la profesionalización del fútbol que se cristalizó en 1931 y, de acuerdo con más que un rumor de época, en los treinta se incluyó entre los que le susurraron a su amigo y presidente Agustín P. Justo que valía la pena prestarle atención política al mundo de los goles.

De ese “Boca éramos todos y todos éramos Boca”, síntesis insuperable parida por el gran Arnoldo, se ocuparon mucho más adelante las ciencias sociales, en particular el historiador Julio Frydenberg en su ensayo "Boca Juniors en Europa: el diario Crítica y el primer nacionalismo deportivo argentino". Allí, Frydenberg exhuma con meticulosidad de qué manera el diario tomó un acontecimiento deportivo y lo elevó a causa patriótica, en una acción que "se embarcaba en un discurso que insistía en señalar a los viajeros como 'embajadores del deporte nacional'. Esa operación estaba claramente diseñada e instrumentada". Esa idea se corrobora por medio de las invocaciones del propio diario, muchas tan enfáticas como la de la jornada anterior al desembarco: “Usted, mañana, buen aficionado al football, después de acudir a las puertas de la ciudad a sumar sus aplausos y sus vítores con los de la muchachada de cordial hidalguía y de homenaje a los vencedores, tendrá que leer el relato completo de la hermosa campaña del Boca Juniors, narrada minuciosamente, por nuestro representante en la gira, el hábil y conocido periodista Hugo Marini”.

Ya en la partida de Boca, Crítica había exaltado sus líneas rectoras: “Crítica ha sido siempre, y lo seguirá siendo, uno de los diarios que más ha hecho por el deporte. No podía pasar por alto esta delegación a Europa”. Y, ni hablar, la categoría de su enviado: “Se darán a conocer a los simpatizantes todas las incidencias de la gira. La tarea ha sido encomendada al jefe de esta página, don Hugo Marini, periodista de sangre, de dotes poco comunes”.


Acopiador de infinidad de recortes periodísticos, a Arnoldo Bernasconi no le hacía falta ninguna exploración en los archivos para suscribir que Marini poseía "dotes pocos comunes" en su profesión, más allá de que el diario de Botana resaltara esos dotes como herramienta de algo que ya era pero aún no se denominaba marketing. Lo sabía de memoria y lo relataba con el deleite de los maestros de la conversación de sobremesa. "¿Sabés quién le puso El Ciclón a San Lorenzo?", arrancaba. Tras un silencio, exhalaba la contestación: "Marini". Y continuaba: "¿Y quién bautizó al estadio de Vélez como El Fortín? Acertaste: Marini". Y más seudónimos: "¿Y eso de llamar La Fiera a Bernabé Ferreyra?, ¿y lo de Diablos Rojos para Independiente? Marini, viejo, Hugo Marini".

En efecto, como razonaba Arnoldo, Marini acumulaba tribuna y libros, verbos y veredas, una cultura en la que se mezclaban el barrio y la academia. Si acertó en apodos que durarían hasta la eternidad fue porque en su orquesta interior había armonía entre los silencios de las bibliotecas y los sonidos de la gente. Se pareció en eso a unos cuantos de sus compañeros de trabajo, como Roberto Arlt o como Last Reason, dos de los pocos que, como Marini, se habían ganado la firma al pie de sus artículos en Crítica. Se pareció a ellos, además, en que en su obra cotidiana -sobre todo en "El sport de cada día", título de su sección diaria- esos elementos se asociaban sin contradicción.

Migrado de sobrino a confidente de su tío, Arnoldo aprovechó esa oportunidad. Tres ejemplos que podrían ser cien: se instruyó en los pormenores del origen de La Oral Deportiva porque Marini (junto a su hermano Julio, también periodista) había cooperado con su garganta en la gestación del programa, se volvió un catálogo sobre la prehistoria del Círculo de Periodistas Deportivos porque Marini -con Borocotó, con Chantecler, con unos cuantos notorios- había estampado la firma en el acta de nacimiento de la organización y la había presidido entre 1941 y 1945, y se recibió de erudito sobre los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928 porque allí -se insiste, cuando no viajaba nadie- Marini había incrustado las pupilas para llenar sus dedos con palabras sabrosas.

Hombre generoso, Arnoldo admitía que Marini no era un mito que le pertenecía en exclusividad por derecho familiar o porque le había traído una medalla brillante. Al contrario, le alimentaba la alegría detectar que lo reivindicaban muchos y muy buenos. En su libro “100.000 ejemplares por hora. Memorias de un redactor de Crítica”, Roberto Tálice situó a Marini como un valor entre los valores, “luciendo su prematura calvicie, con la natural inmovilidad de su rostro que disimula su enorme capacidad afectiva”. En “El hombre de la rosa blindada”, un volumen sobre el poeta Rául González Tuñón, el escritor Pedro Orgambide descorrió el velo de la redacción de Crítica y se detuvo en Marini porque “escribía memorables crónicas de fútbol”. En su anecdotario inempatable de periodista, Diego Lucero reseñó la novedosa instancia de emprender la cobertura del Campeonato Sudamericano de Lima, en 1935, en avión y al lado de alguien como Marini. Y Dante Panzeri, hondo fiscal de una prensa deportiva que no le gustaba, añoró los tiempos en los que los lectores desparramaban ansiedades a la espera de los comentarios de Chantecler, de Borocotó o de Hugo Marini “para ver qué dicen”.

Arnoldo nunca dudó de que consideraciones como esas ratificaban que la vida brillaba. La vida brillaba aunque ya los almanaques lo ubicaran lejos del día en el que su tío le entregó la medalla. La vida brillaba en el abrazo consecutivo con Zulema, su mujer, y en más abrazos, igual de consecutivos, con María Luisa y con Héctor, sus hijos, encaminados desde la cuna para ser buena gente y para ser de Boca: La vida brillaba en el deslumbramiento repetido pero inextinguible que le provocaba ver cómo un montón de palabras dispersas terminaban alumbrando un diario y brillaba, flor de brillo, en la rutina de oír partidos por radio cada domingo. El Boca campeón de 1954, ese que empezaba con los guantes infranqueables de Julio Elías Musimessi en el arco y se acababa con los botines certeros de Pepino Borello en el ataque, también funcionaba como un brillo de la vida. De esos brillos y de ese equipo hablaba Arnoldo en la noche del decimosegundo día de 1955 cuando le avisaron que Marini se murió.

No hubo nadie -y nadie, en este caso, es rigurosamente nadie- que se privara de afirmar lo evidente: debía ser así. Marini falleció a la hora de cerrar una edición, en la redacción de un diario -la de El Laborista, otro de sus empleos- y con el horizonte del deporte como última tarea. Nadie, tampoco nadie, en las páginas que informaron y se dolieron por semejante pérdida dejó de marcar que se iba uno de los grandes del periodismo deportivo y que lo había hecho en su ley, a su modo, escribiendo. Nadie, muchos menos, se salteó esa señal en los rituales de la despedida: ni Félix Daniel Frascara, que labró un discurso a la altura de sus notas fabulosas, ni Julián Centeya, poeta porteño, que conmovió a una multitud. Nadie y tampoco Arnoldo, quien, a la mañana siguiente, la mirada clavada en Crítica, confirmó que abundaba en hermanos de sentimiento: los periodistas nóveles de Crítica se definían, en unas líneas espléndidas, como hijos de Marini.

De ahí en más, Arnoldo continuó con su devenir de papá y de laburante, de amigo y de futbolero, de charlista encantador y de observador implacable de los diarios, de hincha de Boca y, desde los años ochenta, de abuelo. De Marini se acordó con una sonrisa irrompible y en muchas situaciones. Una, predecible, en cada mención ocasional a la gira de 1925. Otra, óptima, en cada mirada a la medalla brillante.

Precisamente de cara a la medalla, Arnoldo meditó durante la tarde en la que determinó que esos brillos podían y debían encender otros ojos. Se prometió, entonces, que sería un regalo para su primer nieto varón. Caballero de palabra, cumplió. En el primer día del mejor de sus mayos, marchó acelerado hacia una maternidad de Buenos Aires y estrenó su papel de abuelo con la piel conmocionada y con la medalla en la mano. Julio César, ese nieto, tejió desde la fundación de sus días una lluvia de complicidades felices con ese abuelo. Quizás por eso Arnoldo nunca necesitó explicarle por qué esa joya era una joya.

Hay dos clases de legados: los que pasan de largo rumbo a los trámites y los que se afincan en el corazón. Julio César gozó de suerte, suerte gigante, en dos circunstancias: le traspasaron un legado de la segunda clase y le tocó un abuelo como Arnoldo. En eso pensó en marzo del 2006, cuando Arnoldo, más que coherente, destinó su último domingo a oír un partido por la radio, tan de Boca como desde el principio y tan de Boca como cada uno de sus nietos. Y en eso pensó, también, unos días después, cuando Arnoldo se fue, querido hasta todo y por todos, envuelto en una bandera azul y amarilla.

Lo debe haber pensado, de nuevo, durante estas semanas, al transcurrir el cumpleaños noventa de una gira imborrable, o en el instante en el que Violeta, su hija de un año, la bisnieta del gran Arnoldo, la heredera del gran Hugo Marini, acarició por primera vez aquella vieja medalla. Es una chiquita de belleza cósmica y la espera un porvenir hermoso. Por si fuera poco, tiene una garantía: ya sabe que la vida brilla.

lunes, 23 de marzo de 2015

A 140 años del primer gol "olímpico" del fútbol mundial


Buenos Aires, 16 de marzo (Télam, especial, por Jorge Gallego*)

Todo el mundo, al menos en gran parte de América, asocia al gol olímpico con el que marcó Cesáreo Onzari en 1924, en ocasión de un partido entre Argentina y Uruguay. Y ese hecho histórico sucedió después que la Internacional Board permitió el gol directo desde el tiro de esquina. Pero unos meses antes de su prohibición, en 1875, hubo un gol de esos imposibles, casi desconocido para la mayor parte del planeta. El 28 de febrero de 1872 la F. Association adoptó el tiro de esquina, texto parcial: "(?) Cuando la pelota es lanzada detrás de la línea de gol por cualquier jugador del bando al que la línea de gol pertenece, un jugador del bando opuesto podrá efectuar un tiro desde la bandera de esquina más cercana (?)". La nueva Regla 7 no mencionó la imposibilidad de marcar goles por esa vía? Sin embargo, la siguiente modificación se produjo el 24 de febrero de 1875, nueva Regla 12: ?En ningún caso un gol podrá ser logrado por un tiro libre, ni ningún ejecutor podrá tocar la pelota por segunda vez, antes que lo haya hecho otro jugador. El saque inicial y el tiro de esquina, serán tiros libres en el significado de la regla?. Regiría a partir de la temporada 1875/76 y significó la invalidez del gol directo de córner. El 13 de marzo de 1875 se convalidó un gol directo desde la esquina. Fue en la final de la cuarta edición de Copa (Inglaterra), entre Old Etonians FC y Royal Engineers FC, que empataron 1 a 1. Su autor, fue Alexander George Bonsor, de Old Etonians, a los 30 minutos del inicio. Una ráfaga de viento favoreció este gol. H.W. Renny-Tailyour empató enseguida. El árbitro fue Charles W.Alcock, quien había sido el ?inventor? de la Copa (1871) y, como jugador de The Wanderers, ganador del torneo (1871/2). La información del gol de A.G. Bonsor aparece en el libro ?The F. Association, 1863-1883 A Source Book?, de Tony Brown. Para conocer más detalles del tema, quien escribe estas líneas se contactó con el autor. Su respuesta fue inmediata. Envió datos de ?The Field?, ?The Sporting Life? y ?Bell´s Life? . Todos coincidieron en que fue un gol directo de córner. También que fue factor el viento, que descolocó al Mayor William Merriman, capitán y arquero del equipo militar. Fue la primera vez que una final de Copa necesitó de 30 minutos de alargue; al no alterarse el resultado se disputó un segundo partido el 16 de marzo. Royal Engineers , formado por oficiales del regimiento homónimo, ganó 2-0. Fue su único título copero. Los citados fueron los dos últimos cotejos en que se cambió de arcos después de cada gol. La anotación de Bonsor se produjo bajo la soga o cuerda: aún no se usaba el travesaño. A.G. Bonsor (1851-1907) fue ex alumno del colegio de Eton. Con The Wanderers FC, triunfado en las dos primeras Copas (1872 y 1873). Dos veces internacional inglés, señaló el segundo gol (1873) en ese historial. Inglaterra venció a Escocia 4 a 2, en el segundo juego entre ambos. Con referencia a su gol directo de tiro de esquina, es el único hallado entre 1872 y 75. Ignoraba que - entre esas fechas- este tipo de anotación fuese válida. A casi 50 años del gol de Bonsor, el fútbol estaba afirmado reglamentaria e institucionalmente. El 14 de junio de 1924, la International F.A. Board ?con el control de las Reglas desde 1886- rehabilitó la validez de los goles desde la esquina. El reglamento actual (punto 17) indica que: ?Un gol podrá ser logrado directo desde el corner, pero sólo contra el equipo oponente?. El 02 de octubre de 1924, en Sportivo Barracas, Argentina (Asociación Argentina) recibió a Uruguay (Asociación Uruguaya), coronada campeona olímpica en París, el 9 de junio. Existían dos Asociaciones en cada capital. A los 12 minutos, Cesáreo Juan Onzari, abrió la cuenta con un gol ?olímpico?; igualó Pedro Cea a los 30 m. y Domingo Tarasconi desniveló a los 57 minutos. Uruguay abandonó el campo a los 86 minutos. Argentina ganó 2-1. Habían jugado otro amistoso en Montevideo, el 21 de septiembre, e igualaron 1-1. Onzari anotó el gol argentino. El arquero del gol ?olímpico? fue Andrés Mazali. Arbitró el uruguayo Ricardo Vallarino quien fue jugador internacional 5 veces (1913/14) El capitán oriental, José Nasazzi, en notable gesto, permitió el cambio del santafesino Adolfo Celli, que sufrió fractura de pierna. Uruguay cerró el año triunfal, ganando la Copa América en Montevideo, el 2 de noviembre. Onzari (1903-B. Aires-1964) fue un notable wing izquierdo del Huracán (1921-1933). Se había iniciado en Sportivo Boedo (fundado en 1918). Fue campeón en 1921, 1922, 1925 y 1928, o sea que participó en todos los éxitos amateurs del ?Globo?. Registró 14 presencias en la Selección Nacional (1922-1924), con 5 goles. Aún amateur, en 1927 era vendedor en un local de calzado. En resumen, el gol de Cesáreo J. Onzari fue: el primero luego de la rehabilitación reglamentaria de 1924; el primero entre Selecciones Nacionales y el primero que recibió el nombre de ?Olímpico?. Pero el primero de la historia fue el gol de W.G. Bonsor, que está cumpliendo 140 años. * El autor es socio del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF).

lunes, 2 de marzo de 2015

Frases célebres




Por Jorge Gallego (socio del C.I.H.F.)

El fútbol ha sido motivo –a través de los siglos- de los más variados comentarios. Éstos
son algunos de ellos.


En 1583, el predicador puritano Philip Stubbes escribió “Anatomía de Abusos en el reino de Inglaterra”. Allí calificó al fútbol como uno de los “pasatiempos diabólicos” y “una práctica
sangrienta y asesina”…

“Yo no puedo considerar al juego de fútbol como caballeresco; después de todo, lo practica la gente común del Yorkshire”
De: “Reminiscencias de Eton”, 1831


(…) Realmente no veo qué utilidad pueden tener para el interesante Hand Book, mis
impresiones sobre el porvenir del football que acabamos de establecer con James,
porque mi juicio tardará mucho este juego en difundirse, aun entre los británicos;
pero asimismo pienso insistir porque lo considero el mejor pasatiempo; y más barato
para la juventud de la clase media, como también del pueblo, aunque esto parezca
una ilusión para muchos (…)
Extracto de la carta enviada por Thomas Hogg al director de The Standard,
Buenos Aires, 28 de diciembre de 1867.


“Quizás un día todos aquí practicarán este juego. Parece que atrae a la gente. Parece que
despierta una curiosidad extraordinaria”.
J. Ugalde, periodista, en Athletic Club Bilbao vs. Bilbao FC, 1902


“Alguna gente cree que el fútbol es un asunto de vida o muerte; estoy en total
desacuerdo. Yo puedo asegurar que es más, mucho más importante que eso”
William “Bill” Shankly (1913-81) entrenador escocés.


“En fútbol todo es complicado debido a la presencia del otro equipo ”.
Jean Paul Sartre (1905-1980)

(…)Todo lo que sé con mayor certeza acerca de moralidad y obligaciones, se lo debo
al fútbol”
Albert Camus (1913-1960), P. Nobel de Literatura 1957; arquero del
Racing C. Universitario (Argel)

“El fútbol es la ópera del pueblo”
Stafford Heginbotham, presidente del Bradford City AFC (1985)

miércoles, 18 de febrero de 2015

Los goles inaugurales de los Mundiales.


Por Jorge Gallego, socio del CIHF.
 
El inicio de la instancia final del Mundial Brasil 2014, deparó un hecho inédito:  el gol inaugural en contra. El brasileño Marcelo Vieira da Silva Jr. Abrió el tanteador contra Croacia. Carioca, de 26 años, venía de obtener el título continental con el Real Madrid.

El partido inaugural de los Mundiales fue el domingo 13 de  julio de 1930, en el campo de Peñarol en Pocitos, Montevideo. Francia 4 México 1.

Lucien Laurent (1907-2005) abrió la cuenta para los galos a los 19 minutos. Fue el primer gol en copas del mundo. Laurent trabajaba en la fábrica Peugeot y jugaba en el FC Sochaux-Montbéliard; esta entidad había sido fundada (1928) por Jean-Pierre Peugeot. El jugador fue combatiente durante la II Guerra, y prisionero de los alemanes durante 3 años..

Mundial de Italia (1934). Los 8 juegos iniciales coincidieron en día y hora: 27 de mayo, 16.30 hs. El primer gol fue a los 3 o 4 m. en Bolonia. Su autor fue el argentino Ernesto Antonio Belis. Suecia nos vencería 3-2; fue la única Copa que tuvo eliminación directa. El gol  fue de tiro libre. Belis (1909-??) militaba en Defensores de Belgrano, registró su  única presencia internacional y fue el único gol de "Defe" para la albiceleste..

Suecia 1958. Malmö, 8 de junio, 19 hs., Oreste Omar Corbatta señaló el primer gol a los 3 minutos en la derrota (3-1) ante Alemania Occidental. 
El partido inaugural fue 5 horas antes en Estocolmo. Suecia 3 México 0 el gol inicial: Agne Simonsson, a los 17 minutos. Argentina jugó ese día con camiseta amarilla, propiedad del IFK Malmö.

Chile 1962. Los 4 partidos iniciales comenzaron el 30 de mayo a las 15:00 hs. En Rancagua: Argentina 1 Bulgaria 0. El gol Héctor O. Facundo, a los 3 minutos. "Tingui", el impresionante shoteador de San Lorenzo, anotó el primer gol del mundial trasandino.

Volvamos al 27/05/1934. Varios goles se sucedieron -en distintos campos- en los minutos que siguieron al gol de Belis.

En Génova, España le marcó a Brasil 2 goles sucesivos (18 y 20 minutos). Sus autores: José Iraragorri de penal e Isidro Lángara. Jugarán años más tarde en San Lorenzo. España ganó (3:1), eliminando a los sudamericanos en su debut mundialista.

También a los 18 minutos en Roma, los locales iniciaron el camino hacia el bicampeonato mundial. Su autor, Angelo Schiavio (1905-Bolonia-1990) logró otros dos goles. Fue Italia 7- Estados Unidos 1. Su carrera internacional estuvo marcada por goles "iniciales y finales":
      1925. Padova. Señaló los 2 goles en su debut internacional. Italia 2             Yugoslavia 1; fue el primer partido entre ambos países.
      1934. Roma (10 de junio). Gol de triunfo en la final contra Checoslovaquia a los 6 m. del alargue (2:1); se retiró de la  Azzurra en esa jornada. Totalizó 21 presencias y 15 goles.

Argentina lo conoció en 1929 durante la gira realizada por el Bologna FC.
Los rossoblú se presentaron, como campeones italianos 1928/29, en Buenos  Aires, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y La Plata.

lunes, 2 de febrero de 2015

30 años, una eternidad.

Por Óscar Barnade (socio del C.I.H.F.)..

Sentir que veinte años no es nada”, escribió Alfredo Le Pera y lo inmortalizó Carlos Gardel. En la vida, 20 años no es nada. En el fútbol argentino, 30 años parecen una eternidad. En 1984, Ferro y Argentinos fueron campeones locales e Independiente ganó la Libertadores. Los de Caballito consiguieron ese año su segundo título. Tres décadas después, llevan catorce años en el Ascenso y, tras la quiebra, el domingo que pasó hubo elecciones después de doce años. Argentinos vivió sus años más felices entre 1984 y 1986. En mayo de este año descendió y hace 9 días retornó gracias a que en 2015 habrá un torneo de 30 equipos. Para Independiente, ya Rey de Copas por siempre, fue su séptima y última Libertadores. En el medio sufrió el único descenso de su historia. De los 19 equipos que participaron del Metropolitano, apenas ocho jugaron el torneo que acaba de coronar a Racing. Y la Academia no estaba en la A, empezaba el camino de retorno. En River llegaba como entrenador Héctor Veira cuyo primer objetivo era mejorar el promedio del descenso. Fue campeón de todo. En el recorrido reciente, bajó por primera vez de categoría. Y este año fue campeón local y de la Sudamericana. Para Atlanta fue la última vez en la A. Tres cordobeses jugaban en Primera: Talleres, Instituto y Racing de Córdoba. Ahora, Belgrano es el único representante. Temperley se mezclaba entre los grandes, luego bajó, quebró, se recuperó y este mes se sumó al pelotón de ascensos masivos. San Lorenzo se había quedado sin cancha. Volvió a tener una, ganó su primera Libertadores y mañana debuta en el Mundial de Clubes. Huracán finalizó antepenúltimo en el Metro comenzaba a transitar las peores tres décadas de su historia. En el último mes fue campeón después de 41 años (ganó la Copa Argentina) y volvió a Primera. Vélez apenas tenía un título y desde 1993 ganó otros 15. Crucero del Norte, de Misiones, no había sido fundado y en dos meses debutará en Primera. Había 19 equipos y ahora habrá 30 años. Dicen que 20 años no es nada. En el fútbol criollo, 30 años parecen una eternidad.

Publicado en Clarín