viernes, 23 de septiembre de 2016

Jorge Elmer Banki un húngaro bien porteño

El autor de la nota, prestigioso periodista, logró a través de su profesión forjar una perdurable amistad con el húngaro Jorge Elmer Banki, director técnico de más de una decena de equipos del Ascenso. El recuerdo de un amigo para un personaje inolvidable.

Por Guillermo Tagliaferri, especial para el CIHF.

Hasta el último día mantuvo el acento húngaro en su tono, pero eso no le impidió ser un amplio conocedor y dominador de la idiosincrasia argentina. Salvo ese mencionado sello en su voz y los documentos oficiales que cantaban su nacimiento en Budapest, Hungría (un 24 de agosto de 1916), Jorge Elmer Banki era un porteño más. Pese a la diferencia de edad, más de cuarenta años nos separaban cronológicamente, forjamos una auténtica amistad. Esos vínculos que surgen espontáneamente, sin motivos ni razones. Simplemente por afecto y afinidad. ¡Cómo olvidar esas largas charlas cuando nos recordaba sus anécdotas o nos daba muestras de su rectitud! Esas largas tardes de café, las cenas con nuestras familias, los contactos telefónicos o los encuentros casuales y cortos. 

Jorge Elmer Banki mantuvo su vitalidad, entusiasmo y ganas hasta que su salud decayó. Pese a estar alejado de la dirección técnica no dejaba de ir a los estadios, de emitir opiniones sobre jugadores o equipos y de idear nuevas ideas que plasmaba en apuntes que luego se transformaban en libros. El domingo 4 de mayo de 2003, a los 86 años, su vida se extinguió. Atrás dejó infinidad de enseñanzas y amistades, algo que valoró mucho. También sentía un cariño sin límites por su familia: su esposa, Margarita, su hijo Andrés, sus nietos y la memoria de su fallecido hijo Jorge. En Hungría dejó una carrera como futbolista —actuaba de centrodelantero— y los horrores de la guerra. Pisó Buenos Aires en mayo de 1959, con dudas, pero al poco tiempo se encariñó con su nuevo hábitat y empezó su extensa trayectoria por clubes del Ascenso. Debutó en Arsenal de Llavallol, cuando era filial de Boca Juniors, y fue agregando, con el tiempo, campañas en All Boys (1962, 64 y 66-67), Newell’s (63), Nueva Chicago (63), Deportivo Morón (65 y 76), Argentinos Juniors (65), Excursionistas (65), Talleres de Remedios de Escalada (67), Estudiantes de Buenos Aires (67-68, 73 y 76), San Telmo (68-69), Almagro (72 y 74) y Sportivo Italiano (77-78), además de El Nacional de Ecuador. 

“Los argentinos, el pueblo, son generosos, amables y buenos, aunque poco responsables”, fue una de sus frases. Y se emocionaba ante cada llamado telefónico o carta de alguno de sus ex dirigidos. “Esto vale más que nada”, decía. Esos contactos eran muy frecuentes en su casa de Villa Devoto, su barrio favorito. Banki siempre privilegiaba referirse a estos gestos humanos antes que recordar sus triunfos (protagonizó campañas espectaculares salvando a equipos casi condenados al descenso o peleó ascensos hasta último momento), sus vueltas olímpicas (fue campeón de Primera C con Almagro), sus jugadores famosos (Ángel Rojas, Jorge Coch o Juan Czentoricky). Fue un revolucionario en cuanto a tácticas y entrenamiento, el primer entrenador en utilizar vallas para perfeccionar el salto o en darle una pelota a cada jugador en las prácticas. Pero sobre todo les dio los consejos indicados a sus dirigidos, los orientó en el deporte y en cuestiones personales. Así era Elmer Banki, el técnico inquieto que entendió los códigos del fútbol y de la vida.



  

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