viernes, 16 de enero de 2015

El penal más largo de la historia

LUNES, 3 DE FEBRERO DE 2014.

Por Rafael Saralegui (socio del CIHF ya fallecido).

6 de julio de 2005.
Fue en 1927 y la espera de su ejecución duró tres meses; viajó de Barracas hasta Caballito; como en el cuento de Osvaldo Soriano, hubo pocos testigos y canchas vacías. Hasta estos días, en la inolvidable y desopilante ficción que Osvaldo Soriano nos legó a fines de la década del 80, el penal más largo del mundo había durado una semana. Desde ahora, es muy posible que a aquella fantasía que el celebrado autor situó en 1958, en un lugar perdido del Valle de Río Negro, se le deje de reconocer ese dudoso récord calendario.
El verdadero propietario de la marca es un penal sancionado en la tarde del 5 de junio de 1927 en Barracas y ejecutado en la mañana del 4 de septiembre del mismo año -casi tres meses después- en Caballito, del que hasta hoy no se tenían noticias. En la narración de Soriano, el tiro desde los doce pasos, en el mismo escenario de la sanción arbitral, se ejecutó dos veces, y en ambas fue detenido por el Gato Díaz, veterano cuidapalos de Estrella Polar. El desenlace de la historia que pasaremos a referir nada tiene que ver con aquel final, y su asombroso epílogo tornará inevitable la invocación de una vieja muletilla: "Muchas veces, la realidad supera a la ficción". Con el agregado de que ciertos detalles de este suceso rozan los dominios del surrealismo.
Existe, sin embargo, una coincidencia con el texto de Soriano: los remates tuvieron muy pocos testigos porque se ejecutaron en canchas vacías. En los albores del siglo XX, la familia Pereyra Iraola era propietaria de varias manzanas desocupadas en el barrio de Barracas, caracterizado por sus muchos descampados, proliferación de barracas, modestas viviendas, calles de tierra, precario alumbrado público y un suelo extremadamente fangoso. Gradualmente fue creciendo el número de baldíos desmalezados y adaptados para jugar al fútbol por muchachos que se cruzaban ásperos desafíos. Con los años, también el barrio fue ganando en animación y en importancia; así, en 1910 fue empedrada la avenida Vélez Sarsfield, y seis años después fue inaugurado el puente Victorino de la Plaza. En 1920, los Pereyra Iraola donaron al municipio las dos manzanas que hoy constituyen el parque Pereyra, poblado por una atrayente arboleda.
Le quedaban pocas hojas al calendario del siglo XIX cuando el matrimonio formado por Leonardo Higinio Pereyra, acaudalado hacendado, y Antonia Iraola inició los trámites legales para hacer efectiva la donación de los terrenos en los que se construirían una iglesia y un colegio, en Vélez Sarsfield e Iriarte, que estarían a cargo de los Padres Bayoneses. El templo sería colocado bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram y se constituiría en uno de los recintos religiosos más espaciosos de Buenos Aires; en 1939 sería declarado basílica menor y desde sus torres no eran pocos los miembros de la congregación que seguían con interés los partidos que se disputaban casi a sus pies. Nacido en 1834, Pereyra, muy joven, había fundado en 1857 la estancia San Juan, no lejos de Quilmes, para la cual importó desde Inglaterra años después el primer reproductor Hereford. La estancia ganó fama por sus iniciativas para mejorar la ganadería y por la impactante belleza de su parque, consecuencia natural de su vocación forestadora, diseñado por el belga Carlos Vereecke, en el que se destacaban más de 30 especies arbóreas, entre ellas los primeros eucaliptus que crecieron en el país, con semillas que Sarmiento le había entregado.
Fue uno de los trece fundadores, en 1866, de la Sociedad Rural Argentina, que presidió entre 1882 y 1884, y en 1875 había cedido su predio de Florida y Paraguay para que la entidad realizase la primera de sus tradicionales exposiciones ganaderas, que tuvo 18.000 visitantes. Falleció en 1899, sin poder conocer los frutos de su donación y dejando en herencia al mayor de sus seis hijos, Leonardo Pereyra Iraola, que continuó la obra de su padre, el sector del casco de San Juan y el parque que lo rodeaba. Casado con María Teresa Lamarca, tuvieron once hijos: diez varones y una mujer. Había nacido en 1867, se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires y fue decano de la Facultad de Agricultura y Veterinaria de la UBA. Fue un destacado hombre público y en las primeras elecciones realizadas bajo el imperio de la ley Sáenz Peña fue elegido diputado nacional por la Unión Cívica Radical. Se desempeñó, asimismo, como vocal del directorio del Banco Nación y de la Caja de Conversión. Murió en 1943.
La piedra basal de las obras del templo y el colegio, a los que se agregó un noviciado para los jóvenes candidatos al sacerdocio, se colocó en 1905, y los trabajos, con la dirección del ingeniero Rómulo Ayerza, concluyeron en 1908. Ese mismo año la iglesia, que contaba con uno de los órganos más suntuosos de Buenos Aires, se habilitó al culto de los fieles. Así comenzó la historia. En la tarde del 5 de junio de 1927, por el campeonato de Primera B de la Asociación Amateur Argentina, Del Plata debía recibir a Argentino de Banfield en su campo de Iriarte y Vélez Sarsfield -antigua cancha de Columbian-, a cien metros del que sería histórico escenario de Sportivo Barracas y frente a la iglesia. No existen constancias de que Leonardo Pereyra Iraola haya simpatizado abiertamente con la causa del fútbol poco organizado de la época, pero sí de que no desalentaba su práctica. Es que esas canchas funcionaban en solares cedidos temporariamente por la familia Pereyra Iraola, que con los años solicitaría su devolución.
Del Plata y Argentino de Banfield habían sido fundados en 1915; el equipo local representaba al Mercado del Plata, situado en el corazón del céntrico barrio de San Nicolás, a metros del lugar en el que años más tarde se emplazaría el obelisco porteño. Antes de recalar en Barracas, los albicelestes habían peregrinado por los fields de Nueva Chicago -Campana y Tellier- y de Parque Avellaneda. Tuvieron su primera sede en Carlos Pellegrini 236, desde donde se trasladaron al local del pasaje Carabelas 255, situado a la vuelta. Inicialmente, el Mercado del Plata -de una planta- había funcionado en un amplio predio utilizado con anterioridad como paradero de carretas; en 1948 fue demolido y en 1962 se inauguró en el lugar un imponente edificio de casi diez pisos que actualmente alberga numerosas dependencias municipales.
En 1927, el equipo de los puesteros del mercado no era de los más poderosos y figuraba en la segunda mitad de la tabla, en tanto que los banfileños luchaban por el liderazgo con El Porvenir, que finalmente se adjudicó el certamen -participaron 18 clubes- con ocho puntos de ventaja respecto del segundo, precisamente Argentino de Banfield. Esta entidad -fundada como Argentino Fútbol Club de Banfield- fue caracterizada por el historiador lomense Juan Luis Stoppini como el club que nació en Banfield, se consagró en Lomas de Zamora y estuvo a punto de radicarse en Temperley. Lomas de Zamora, Banfield y Temperley son ciudades pertenecientes al distrito que lleva el nombre de la primera.
El club, con colores verde y blanco como los de su predecesor lugareño, Banfield, aunque no siempre dispuestos de la misma manera, se había fundado en el pueblo de Julio Cortázar y tuvo sus campos de jugo en French y Azara y en French y San Martín. En 1925 había pasado a ocupar la cancha instalada en la manzana comprendida por las calles Andes, Bustamante, Saavedra y Bolívar, en Lomas, actuando por poco tiempo con el nombre de Argentino de Lomas. En 1932 se fusionaría futbolísticamente con el Club Atlético Temperley, dando vida a Argentino de Temperley, pero la unión institucional no llegó a concretarse, por lo que el acuerdo, que languidecía sin perspectivas de reacción, terminó por extinguirse definitivamente en 1935.
El partido que ingresó silenciosamente en la historia menuda del fútbol amateur nacional sin que muchos se hayan enterado fue dirigido por el árbitro Pedro Novarino y tuvo un modesto marco de espectadores. Los prolegómenos del match incluyeron la entrega de un ramo de flores por el capitán del equipo local a su colega visitante, Bassadone, un gesto amistoso al que los hechos desvirtuarían 120 minutos después. Del Plata se integró con García; Basílico y Mastropaolo; Ferrario, Marchesse y Goicoechea; Alvarez, Balzola, Rivas, Morello y Paduano. Argentino de Banfield formó con Bazet; Cantarelli y Macías; Bassadone, Valizia y Bertani; Beloqui, Soracco, Passi, Abenando y Rovito.
Las acciones se iniciaron a las 14.50 y a los 5 minutos del segundo tiempo abrió el score Rovito con un remate débil y cruzado; aumentó Cantarelli de tiro libre a los 28 y descontó Basílico a los 35, tras eludir a varios rivales. La lucha se caracterizó por el dominio de los visitantes y, con absoluto y generalizado olvido de la gentileza floral que la precedió, por una violencia que el referee fue incapaz de reprimir adecuadamente. Después del descuento de los locales, Bassadone mandó a Rivas, con pérdida del conocimiento, fuera del campo, mientras se desataba una trifulca de la que participaron buena parte de los protagonistas y algunos particulares de pocas pulgas, que habían ingresado en el field junto con el comisario y personal a sus órdenes.
El parte de guerra daba cuenta, asimismo, de que Paduano también había perdido el conocimiento a raíz de un golpazo y mientras era retirado en vilo del campo su hermano, hasta entonces espectador, sufría una fuerte crisis de nervios. Según el diario La Prensa, poco antes del epílogo "un mal fallo del juez provocó un grave incidente". Alvarez ejecutó un córner que Bazet conjuró sin dificultad, pero fue reciamente embestido por Basílico, que intentó despojarlo de la pelota y cometió una ostensible falta.
"El juez cobró penalty a favor de Del Plata y desató la incidencia. Parte del público y de los jugadores visitantes -puntualizaba la crónica- se dirigió en forma airada al referee, que luego de una situación confusa fue víctima de una agresión y suspendió el cotejo." En este punto las crónicas difirieron respecto del lapso que faltaba jugar: alguna lo establecía en ocho minutos y la mayoría lo limitaba a cuatro. Esta última versión tuvo más peso que la anterior. Hasta allí, el episodio no pasaba de ser uno de los tantos y desagradables jaleos que obligaban a suspender partidos, restaban seriedad a los certámenes y escandalizaban a quienes se esforzaban por jerarquizar los espectáculos futbolísticos.
El miércoles siguiente, el consejo directivo de la Asociación Amateur Argentina citó al juez Novarino para que informase sobre los hechos y dispuso que no dirigiese hasta que el cuerpo lo determinase. Tras varias semanas sin novedades, en la noche del miércoles 30 de agosto la misma autoridad resolvió que los minutos pendientes se disputasen en dos tiempos de igual lapso, a las 10.15 de la mañana del domingo siguiente, que el juego se reanudase con la ejecución del tiro desde los 12 pasos y que ambos equipos jugasen por la tarde los partidos que les asignaba el fixture para esa fecha. El escenario sería neutral, la cancha de Ferro Carril Oeste, que no abriría sus portones al público pero sí una puerta para el acceso de las comisiones directivas de los antagonistas. Esa tarde, como locales, Argentino de Banfield mediría fuerzas con Palermo y Del Plata sería anfitrión de Nueva Chicago. Es decir, los futbolistas y su séquito de acompañantes tendrían que trasladarse hasta Lomas de Zamora y Barracas, respectivamente, después de haber completado en Caballito el match iniciado en junio. No será ocioso puntualizar que recorrer en esa época los casi 20 kilómetros hasta Lomas no era precisamente soplar y hacer botellas. Tres meses después del partido inconcluso, Argentino de Banfield se había erigido definitivamente en el más serio perseguidor del holgado líder, El Porvenir -ascendían los dos primeros-, y se perfilaba junto con el club de Gerli como el seguro candidato a jugar en Primera División A en 1928. En la semana previa trascendió que Del Plata había
encomendado a su winger izquierdo y capitán del equipo, Antonio Paduano, la responsabilidad de la ejecución.
Con anterioridad, en mayo, dos jornadas antes del partido de la batahola, Paduano le había convertido dos goles a San Martín: uno de penal y otro tras gambetear a unos cuantos adversarios. Ese match finalizó igualado en dos goles. Los entendidos juzgaban que Paduano era el jugador más indicado de su team para pararse delante del guardavalla rival y referían que en los días anteriores había practicado con dedicación poco común el bendito remate. En la temporada anterior, Paduano había integrado una goleadora línea delantera de Colegiales, en la que sobresalía el insider José Atilio Granara Costa, iniciado en Estudiantes y que en 1927 se incorporó a River Plate, donde actuó hasta 1932. Granara Costa pertenecía a una familia de buen pasar -vivía en Ayacucho al 1200 y ejercía la odontología- y una penosa dolencia terminó con su joven existencia el domingo 18 de junio de 1933. No se pudieron obtener precisiones sobre su fecha de nacimiento, pero fuentes confiables estimaron que al morir tenía 27 años. Había jugado su último partido -éxito por 4 a 1 ante Vélez Sarsfield- el 18 de septiembre de 1932 y dejó la estela de un futbolista caballeresco y de ejemplar corrección. En la participación fúnebre familiar publicada al día siguiente del deceso en LA NACION figuraba su prometida, Carolina Tiscornia.
Paduano, en cambio, se había desvinculado de Colegiales en los últimos meses de 1926 porque las autoridades del club no toleraban más sus reiteradas incorrecciones en los fields y lo expulsaron. Al parecer, una incidencia en un partido amistoso contra un equipo mendocino fue la gota que rebasó la copa... Al año siguiente ancló en Del Plata, donde permaneció algo menos de un año, y en 1928 se reencontraría con Granara Costa en River Plate, donde jugaría un año más; en 1930 retornaría a Colegiales, club en el que prolongaría su militancia hasta 1936.
Apagados los focos humeantes de la batalla de junio y convenientemente reagrupadas las fuerzas, el 4 de septiembre, con el arbitraje del juez Nápoli, Argentino de Banfield alistó a la misma formación de entonces y Del Plata reemplazó a García, Ferrario, Marchese y Morello, por González, Bonelli, Leonardi y Arzeni, respectivamente. El juego se reanudó con la ejecución del tiro penal. Paduano desvió el remate, pero su yerro difícilmente admita parangón alguno. Al describir lo sucedido, LA NACION explicaba que "en el tiro de Paduano la pelota salió de la cancha más allá de la línea del área penal" y que "el yerro fue tan grande que provocó el comentario adverso de sus compañeros y de los dirigentes. Baste decir que Paduano estuvo a punto de ver el final de sus días, tal era el disgusto de sus compañeros".
Puede inferirse que si el hombre "estuvo a punto de ver el fin de sus días" es harto probable que el "comentario adverso de sus compañeros" haya sido sólo un eufemismo al que apeló el cronista para restar dramatismo al relato. Una contradicción o licencia difícilmente digerible en estos días. El Gráfico, en un texto sin firma, afirmaba que "dada la situación que Argentino de Banfield ocupa en el campeonato de la sección B, era de suma necesidad para aquél la obtención de los dos puntos reglamentarios, que veía sumamente difícil si el penal se convertía". Y precisaba: "Paduano -que ya se sabía de antemano sería el ejecutor- dirigió el penalty en forma tan extremadamente abierta y fuera de dirección que al finalizar los cuatro minutos restantes del match sus propios compañeros del team intentaron agredirlo y le increparon la forma bien sospechosa con que ejecutó el penal".
Acto seguido, la bomba: "Habíamos escuchado rumores con anterioridad al partido que ese jugador había sido sobornado; pero los desechamos, ya que no es posible creer en un hecho tan repudiable en las prácticas deportivas, pero luego de que Paduano dirigió el penalty en forma tan poco disimulada como lo hizo no podemos sino llamar la atención de las autoridades de la Asociación para que investiguen minuciosamente la comisión de un delito que, de confirmarse, debe merecer un castigo ejemplarizador". En la misma edición de El Gráfico, ejemplar número 427, en un epígrafe de siete líneas que acompañaba una foto del jugador sospechado, se escribía que según dichos de sus compañeros Paduano había errado el penal deliberadamente y que los comentarios de ese día consignaban que se le habían ofrecido 500 pesos para que se comportase de esa manera.
El automóvil Dodge más económico se vendía por esos días a 3600 pesos, circunstancia que realzaba la significación de la suma citada por la versión, nada despreciable tratándose de la sección B. En la sección "Oímos que...", del mismo ejemplar de El Gráfico, se leía que "Paduano" recibió 500 pesos por errar el penal" y que "mediante su deleznable proceder había facilitado el triunfo de Argentino de Banfield". En la tarde de ese domingo, Argentino de Banfield dio cuenta de Palermo por 3 a 0, y Del Plata, con Paduano en sus filas, aventajó a Nueva Chicago por 2 a 1. De tal modo, el club banfileño había sumado cuatro puntos en una misma jornada -un lujo poco verificable al paso de los años- y pasaba a aventajar por una unidad a El Porvenir en la cima de la tabla de posiciones.
Una semana después, la revista aventuraba que sería difícil que Paduano pudiese seguir jugando al fútbol y sostenía que "si no lo expulsa la Asociación Amateur deben ser los clubes quienes se nieguen a darle el puesto". Además, se pedía una amplia investigación para identificar a los sobornadores. Casi simultáneamente, las autoridades del club damnificado informaban al consejo superior de la Asociación que habían separado a Paduano de su primer equipo "por observar un comportamiento irregular el domingo pasado, en ocasión de ejecutar un tiro libre penal contra el club Argentino de Banfield", según informaba LA NACION. El mismo día, La Vanguardia, tradicional vocero del socialismo argentino que ese año se mudaba de Reconquista 675 a la Casa del Pueblo, Rivadavia 2150, y en el que Américo Ghioldi traspasaba la dirección a Nicolás Repetto, iba más lejos y anunciaba que los dirigentes de Del Plata habían expulsado a Paduano, "que erró el penal contra Argentino de Banfield". No revisten la misma gravedad la separación del equipo y la expulsión del club. Y se agregaba: "Por los rumores circulantes, quizá sea esa actuación la que ha originado la medida enérgica del Club Del Plata".
En su crónica de lo acontecido en Caballito, La Vanguardia se había limitado a señalar escuetamente que Paduano malogró el penal, sin entrar en consideración alguna. Paduano no integró más el equipo del mercado y fue reemplazado hasta el final del campeonato por los jugadores Marzoratti y Cubert. Dos meses más tarde, el 6 de noviembre, Argentino de Banfield debía recibir en su reducto de Lomas de Zamora, situado a poco más de una docena de cuadras de la estación ferroviaria, a Del Plata, para jugar el cotejo correspondiente a la rueda de los desquites, pero el equipo porteño no se presentó, sin que se hubiese informado públicamente sobre los motivos de la ausencia. Setenta y dos horas después, Del Plata solicitó al consejo directivo de la Asociación la fijación de una nueva fecha para cumplir con el fixture, pero la petición fue denegada. Al poco tiempo, el caso ingresó en un oscuro túnel de silencio y nunca más vio la luz. Casi ocho décadas más tarde, constituiría una certeza casi absoluta la imposibilidad de reunir pruebas concluyentes e indubitables en el fútbol argentino de todo intento de soborno, haya o no prosperado.
En 1927, El Porvenir se clasificó campeón con 58 puntos, escoltado a ocho por Argentino de Banfield, y Del Plata resultó antepenúltimo, con 27 unidades. El penal más largo de la historia había viajado desde Barracas hasta Caballito. ¿Valía la pena?.

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