jueves, 15 de enero de 2015

Isabelino Gradín

Por Luis Javier Bravo Mayor (socio del CIHF).

Isabelino Gradín (Montevideo, 8/7/1897 – Montevideo, 21/12/1944)
Futbolista y atleta.

Como futbolista desarrolló su carrera en Agraciada (1914), Peñarol (1915 – 1921) y Olimpia (1921- 1929), ambos de Montevideo. Con los aurinegros consiguió dos campeonatos uruguayos.
Con la selección disputó las tres primeras ediciones de la Copa América (1916, 1917 y 1919), venciendo en las dos primeras y quedando subcampeón en la tercera. Además, quedó como máximo gioleador (3 goles) en la 1ª edición. Con su selección jugó un total de 24 partidos y consiguió 10 goles.

Como atleta defendió a su país en distintas competiciones, alternando la práctica de ambos deportes. Campeón Sudamericano en varias ocasiones de 200 metros (1919 y 1920), 400 metros (1918, 1920 y 1922) y relevos 4 x 400 metros (1920 y 1922).
Sus mejores marcas son: en 200 metros, 22.4 en 1920; en 400 metros, 50.6 en 1922; y en 4 x 400 metros, 3.31 en 1922.

Al margen del deporte, pero como consecuencia del mismo, Gradín siempre fue objeto de admiración. Y para muestra dos botones.
En Montevideo, desde 2009 una plaza en la Ciudad Vieja lleva su nombre, así como una estela que le recuerda de la siguiente manera:
“ISABELINO GRADÍN/ orgullo del deporte nacional,/ campeón olímpico y ejemplo de/ futuros deportistas/ 1897 – 1944/ Ministerio de Turismo y Deporte/ Dirección Nacional de Deporte/ INTENDENCIA MUNICIPAL DE MONTEVIDEO”.
Actualmente la plaza tiene un uso peatonal y de apropiación de tipo recreativa, fundamentalmente de descanso dados los bancos de hormigón y hierro de que dispone y la sombra que dan los 4 plátanos allí plantados.

Por otro lado, el peruano Juan Parra del Riego (Huancayo, 20/12/1894 – Montevideo, 21/11/1925), le dedicó un poema, con el cual Gradín quedó inmortalizado tras dejarle fascinado en un partido con Olimpia. El poema es titulado “Polirritmo dinámico a Gradín jugador de football”.

El poema dice así:
Palpitante y jubiloso
como el grito que se lanza de repente a un aviador
todo así, claro y nervioso,
yo te canto, ¡oh, jugador maravilloso!,
que hoy has puesto el pecho mío como un trémulo tambor.
Ágil
fino,
alado,
eléctrico,
repentino,
delicado,
fulminante,
yo te vi en la tarde olímpica jugar.
Mi alma estaba oscura y torpe de un secreto sollozante,
pero, cuando rasgó el pito emocionante
y te vi correr..., saltar...
Y fue el ¡hurra! y la explosión de camisetas
tras el loco volatín de la pelota,
y las oes y las zetas,
del primer fugaz encaje
de la aguja de colores de tu cuerpo en el paisaje,
otro nuevo corazón de proa ardiente,
cada vez menos despacio
se me puso a dar mil vueltas en el pecho de repente.
Y te vi, Gradín,
bronce vivo de la múltiple actitud,
zigzagueante espadachín
del goalkeaper cazador
de ese pájaro violento
que le silba la pelota por el viento
y se va, regresa y cruza con su eléctrico temblor
¡Flecha, víbora, campana, banderola!
¡Gradín, bala azul y verde! ¡Gradín, globo que se va!
Billarista de esa súbita y vibrante carambola
que se rompe en las cabezas y se enfila más allá...,
y, discóbolo volante,
pasas uno..., dos..., tres..., cuatro..., siete jugadores...
La pelota hierve en ruido seco y sordo de metralla,
se revuelca una epilepsia de colores.
y ya estás frente a la valla
con el pecho..., el alma..., el pie...,
y es el tiro que en la tarde azul estalla
como un cálido balazo que se lleva la pelota hasta la red.
¡Palomares! ¡Palomares!
de los cálidos aplausos populares...
¡Gradín, trompo, émbolo, música, bisturí, tirabuzón!
(¡Yo vi tres mujeres de esas con caderas como altares
palpitar estremecidas de emoción!)
¡Gradín!, róbale al relámpago de tu cuerpo incandescente
que hoy me ha roto en mil cometas de una loca elevación,
otra azul velocidad para mi frente
y otra mecha de colores que me vuele el corazón.
Tú, que, cuando vas llevando la pelota,
nadie cree que así juegas;
todos creen que patinas,
y en tu baile vas haciendo líneas griegas
que te siguen dando vueltas con sus vagas serpentinas.
¡Pez acróbata que al ímpetu del ataque más violento
se escabulle, arquea, flota,
no lo ve nadie un momento,
pero como un submarino sale allá con la pelota...!
Y es entonces cuando suena la tribuna como el mar:
todos grítanle: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!
Y en el ronco oleaje negro que se quiere desbordar,
saltan pechos, vuelan brazos y hasta el fin
todos se hacen los coheteros
de una salva luminosa de sombreros
que se van hasta la Luna a gritarle allá: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!

La Biblioteca Nacional de España (BNE) nos da la posibilidad de escucharlo en este documento sonoro que grabó la excelente recitadora Berta Singerman (Minsk (Imperio ruso), 9/9/1901 – Buenos Aires, 10/12/1998) en la casa Odeón en Barcelona en 1931.

Esta es la dirección para poder escucharlo:

Poeta y deportista jamás llegaron a conocerse en persona. En cambio si conoció a Singerman. Fue en el teatro Solís el 28 de julio de 1924. Invitado por la artista a un palco Gradín escuchó, sin saberlo, como Singerman recitó la pieza. Este acudió al escenario y emocionado le dio las gracias.

Muchas gracias a Jorge Gallego, Francisco Fernández y demás socios del CIHF que me ayudaron.

Fuentes:

Carina Blixen “Isabelino Gradín: testimonio de una vida”,
Diario La Nación (Buenos Aires) 01/01/1929,
Biblioteca Nacional de España (BNE) y
Paul Martin (historiatletismo.blogspot.com)

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