jueves, 15 de enero de 2015

El desastre de Suecia


Por Ricardo Gorosito (Socio del CIHF)

“La lección a sido dura, lo triste sería no aprenderla”.

Así definió Borocotó en “El Gráfico”, la derrota argentina en el Mundial de Suecia de 1958. Una etapa de nuestra selección en la que recibió uno de lo más duros golpes. Máxime cuando había partido como firme candidato y debió regresar cargando la pesada cruz del fracaso.

Todos sabemos que en el fútbol se gana y se pierde. Que el resultado lo puede definir una jugada cualquiera en el momento menos pensado. El fútbol es y seguirá siendo así, por suerte.

Pero lo de Suecia para nuestro equipo fue triste.

Es que a Argentina le faltó competición con los europeos. Éstos habían progresado muchísimo y nosotros no nos dimos por enterado. Seguíamos pensando que eran torpes y le pegaban mal a la pelota, pero tenían de sobra algo que al fútbol argentino le faltaba: planificación.

Después de la victoria en el Sudamericano de Guayaqui de 1947, el equipo argentino permaneció prácticamente inactivo. Dos breves giras por Europa, algunos partido en casa ante ingleses, españoles, italianos y checos fueron los escasos enfrentamientos con equipos europeos. Las ausencias en los mundiales de 1950 y 1954 resultaron fatales.


Nuestra selección no contaba con un plantel permanente ni con un calendario adecuado. Se programaban partidos sobre la marcha y los equipos se armaban de apuro. La improvisación fue una característica de la A.F.A. de esos años y se prolongó hasta entrada la década del 70. Los éxitos obtenidos se debieron exclusivamente a la innata calidad del futbolista argentino.

Esa calidad se manifestó en 1957, año en el que Argentina tuvo que sortear dos escollos: el Sudamericano de Lima y las Eliminatorias.

Para el primero, a menos de un mes del comienzo, don Guillermo Stábile formó uno de los equipos más notables que se recuerden, que ganó cinco partidos por amplios marcadores y perdió el último con Perú cuando ya tenía asegurado el título. La brillantez del juego desplegado hizo recordar a aquellos conjuntos de los años 40. La atrevida juventud de Corbatta, Maschio, Angelillo y Sívori, más la sapiencia de "Pipo" Rossi, caudillo y patrón del equipo, conjugaron la resonante victoria.

Argentina mantenía su liderazgo en América y se abrían grandes esperanzas para el futuro. Pero lamentablemente, una vez más la calidad de la dirigencia no acompañó a la futbolística.

Los clubes, que habían recibido préstamos gubernamentales luego de la huelga de 1948, estaban cada vez más endeudados. En todos los casos por el mal manejo económico de sus directivos. Solamente tres instituciones se salvaban: Independiente, Vélez y F.C.Oeste.

Los europeos, ya alejados lo duros tiempos de la guerra, se habían recuperado y volvieron a poner sus ojos sobre esta parte del mundo, como había sucedido luego de los Juegos Olímpicos de 1928. Y como el dinero manda, allí comenzó un nuevo éxodo en el fútbol argentino.

En pocas semanas, el gran equipo de Lima se desmembró. Antonio Garabal se fue al Atlético Madrid cuando estaba designado para viajar a Lima. A poco de finalizado el Sudamericano, partieron Maschio, Angelillo y Sívori a Italia y Rogelio Domínguez a España. En la larga lista de emigrantes también contamos a Grillo, Cucchiaroni, Loiácono, Massei, Rosa, Montuori, De Bourgoing, Tacchi, Vernazza, Merighi, por nombrar a los más sobresalientes.

Frente a ese panorama, Stábile convocó para las Eliminatorias a un plantel en el que había nueve jugadores de River, por lejos, el mejor equipo argentino del momento.

No obstante el sobresalto inicial en La Paz frente a Bolivia, que derrotó a Argentina por primera vez en la historia, no tuvo dificultades ante Chile, el otro rival del grupo y clasificó para Suecia al vencer a los del altiplano en cancha de Independiente por 4 a 0. Luego de 24 años, el fútbol argentino iba a reaparecer en una Copa del Mundo.

La preparación para el mundial con la improvisación de siempre y no hubo confrontaciones previas exigentes. Solamente se jugaron dos partidos con Uruguay y otros tantos con Paraguay, que se ganaron en Buenos Aires y se perdieron en Montevideo y Asunción. Ni se pensó en jugar con algún equipo europeo.

Ya en el viejo continente y a pocos días del comienzo, se lesionó el puntero Roberto Zárate. En su reemplazo, Stábile llamó insólitamente a Angel Labruna, que ya tenía 39 años.

El ansiado debut fue nada menos que frente a Alemania, que defendía el título obtenido un poco imprevistamente en Suiza. El campeón arrasó al equipo argentino. Sin el preciosismo rioplatense, pero basados en la fuerza y la velocidad, marcaron claras diferencias reflejadas en el 3 a 1 final.

Tres días después, ante Irlanda del Norte volvió a renacer la ilusión. Argentina ganó 3 a 1 jugando aceptablemente, pero el sueño duró muy poco.

La fecha del 15 de junio ha de quedar en la historia de nuestro fútbol como una de las más negras.

Esa tarde, Checoslovaquia con sus seis goles, puso en evidencia que nuestra selección había perdido el tren. Que ganar en Sudamérica no bastaba. Que ya no éramos los mejores, como siempre creímos con la suficiencia típica argentina. Que la improvisación no sirve y que la competencia permanente permite conocer más de cerca a los adversarios. Que las figuras que se iban no eran fácilmente reemplazadas.

A partir de 1947 Argentina se aisló del mundo futbolístico y en Suecia se pagaron las consecuencias. La experiencia que pudo recoger de haber estado presente en los mundiales de 1950 y 1954, habría evitado este fracaso cercano a la humillación.

Como siempre, la prensa comenzó a buscar culpables. Arreciaron las críticas al presidente de la A.F.A., Dr. Colombo, y al cuerpo técnico, mientras el plantel fue recibido en Ezeiza con insultos y monedas.

Los fracasos descubren problemas que la euforia de los triunfos oculta. Ya en el Sudamericano de 1957, hubo rumores de indisciplina en algunos integrantes del plantel.

En Suecia pasó algo parecido. Se habló de escapadas nocturnas, confirmadas por Corbatta muchos años después, que los dirigentes ni el técnico pudieron controlar, y que hubo desavenencias serias entre algunos jugadores. Stábile renunció luego de veinte años al frente de la selección.

El duro golpe que significó lo que se dio en llamar "el desastre de Suecia", se reflejó claramente en las tribunas del fútbol local, que comenzaron a despoblarse. Cuando se reanudó el campeonato, algunos jugadores mundialistas fueron abucheados y curiosamente River, que hizo el mayor aporte a la selección, inició su histórica y larga racha sin títulos que abarcó 18 años. Amadeo Carrizo resultó el más criticado e injustamente se lo hizo responsable de la goleada checoslovaca.

Brasil, con su brillante victoria en Suecia era ahora el número uno en América y el mundo. Dura realidad para el fútbol argentino de ese tiempo.

1 comentario:

  1. kipzy dijo...
    no hemos aprendido nada, 50 años despues un par de clubes se salvan y el resto esta endeudado económicamente por culpa de los dirigentes, el seleccionado se arma de improvisto y se sale adelante gracias a la calidad tecnica de los jugadores que se tuvieron que ir a jugar afuera, parece mentira

    29 de diciembre de 2007, 14:28

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